Todos recordamos la historia del Titanic (sobre todo gracias a la película de James Cameron). Un trasatlántico de lujo, un escaparate de ostentación, un barco en el que se dieron cita personajes de la alta sociedad que quisieron dar cuenta de su opulencia, de su elegancia, y exhibir su rol en la última de las maravillas tecnológicas. De fiesta en fiesta, de gala en gala, lucían sus mejores prendas en un afán desmedido de pavonearse ante el resto de distinguidos pasajeros. Mientras tanto, otros, no tan distinguidos, que se embarcaron en busca de un futuro mejor, mal viajaban en tercera clase, perfectamente aislados de la clase VIP.
Hasta que un iceberg se cruzó en el camino de aquella deslumbrante nave, que no sólo quería ser la más lujosa sino también la más rápida y moderna y que no aminoró su marcha ante el peligro por temor a no batir el récord de la distancia. A partir de entonces, lo que pasó ya se sabe, sálvese quien pueda, que no hay botes para todos.
No tenía intención de hablar de lo que está pasando en el PP de la Comunidad Valenciana porque no hace falta añadir mucho más a lo que oimos y leemos todos los días. Pero el recuerdo del Titanic se ha ido a almacenar en mi memoria justo al lado de los últimos acontecimientos que hemos vivido al respecto. Es caprichosa la forma que tiene nuestro cerebro de ordenar la información.
No sé si el iceberg Gürtel hará hundirse definitivamente a Camps y los suyos (aunque no oculto que me encantaría). Pero me da mucha pena y mucha rabia que acabe siendo éste. Porque los valencianos nos hemos dejado deslumbrar por tanto fuego de artificio y no hemos prestado atención a que, como en el Titanic, esta Comunidad ha humillado y menospreciado a su “tercera clase”. Y es ese, el iceberg de la ciudadanía, el que a mi juicio debiera haber frenado el avance de nuestro particular Titanic mucho antes.
Y escribo esto con rabia, después de haber conocido a una persona, Felicidad, a la que la resolución de concesión de la ayuda a la dependencia le ha llegado cuando su madre, a la que cuidaba, ya se ha ido. (Y ya he visto unos cuantos casos iguales). “Sólo” han tardado dos años y medio en dictarla pero la Generalitat Valenciana, burlándose de la Ley, aplica en todos los casos los efectos desde el día de la resolución (repito, no es un error, dos años y medio después de la solicitud). En nuestra querida Comunitat, la de las grandes ambiciones, Felicidad navega en tercera clase.
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Hasta que un iceberg se cruzó en el camino de aquella deslumbrante nave, que no sólo quería ser la más lujosa sino también la más rápida y moderna y que no aminoró su marcha ante el peligro por temor a no batir el récord de la distancia. A partir de entonces, lo que pasó ya se sabe, sálvese quien pueda, que no hay botes para todos.
No tenía intención de hablar de lo que está pasando en el PP de la Comunidad Valenciana porque no hace falta añadir mucho más a lo que oimos y leemos todos los días. Pero el recuerdo del Titanic se ha ido a almacenar en mi memoria justo al lado de los últimos acontecimientos que hemos vivido al respecto. Es caprichosa la forma que tiene nuestro cerebro de ordenar la información.
No sé si el iceberg Gürtel hará hundirse definitivamente a Camps y los suyos (aunque no oculto que me encantaría). Pero me da mucha pena y mucha rabia que acabe siendo éste. Porque los valencianos nos hemos dejado deslumbrar por tanto fuego de artificio y no hemos prestado atención a que, como en el Titanic, esta Comunidad ha humillado y menospreciado a su “tercera clase”. Y es ese, el iceberg de la ciudadanía, el que a mi juicio debiera haber frenado el avance de nuestro particular Titanic mucho antes.
Y escribo esto con rabia, después de haber conocido a una persona, Felicidad, a la que la resolución de concesión de la ayuda a la dependencia le ha llegado cuando su madre, a la que cuidaba, ya se ha ido. (Y ya he visto unos cuantos casos iguales). “Sólo” han tardado dos años y medio en dictarla pero la Generalitat Valenciana, burlándose de la Ley, aplica en todos los casos los efectos desde el día de la resolución (repito, no es un error, dos años y medio después de la solicitud). En nuestra querida Comunitat, la de las grandes ambiciones, Felicidad navega en tercera clase.
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