jueves, 28 de mayo de 2009

DISONANCIA COGNITIVA

A menudo me pregunto cómo personas inteligentes pueden dejar de parecerlo cuando, con el fin de no abandonar sus convicciones, fuerzan sus argumentos hasta límites insospechados.

Podríamos poner muchos ejemplos: fumadores que defienden que el humo de los coches es más nocivo que el de sus cigarros; drogadictos que consideran que el tabaco es más dañito que la cocaina; católicos que consideran que el condón propaga el sida; hinchas de clubes de fútbol que una y otra vez pierden por culpa del árbitro...

Debido a este fenómeno, a menudo intuimos lo que alguien va a opinar sobre algo. Eso me sucedió el otro día cuando escuché a una persona de derechas, opinar sobre los presuntos regalos a Francisco Camps. Que ya sabía yo lo que iba a decir: “ ¿Acaso se guarda alguien las facturas de los trajes que se compra? “ Y, sobre esta pregunta, construir un argumento basado en la fácil y falsa acusación a un presidente y un partido en el más infalible de sus feudos con el fin de descabalgarlo del poder.

No seré yo quien rompa la sagrada presunción de inocencia, pero no puedo aceptar un argumento tan débil en una persona inteligente como lo es la que lo esgrimió. Yo no uso trajes ni guardo facturas de mis compras pero todo lo que me cuesta más de 20 euros lo pago con tarjeta y puedo acceder a los cargos cuando quiera, ya sea acudiendo a mi oficina o consultándolos por internet. Me cuesta creer que alguien saque de la cartera 800 ó 1000 euros (que es el precio que ronda cada uno de esos trajes) cada vez que adquiere uno. Y más me cuesta creer que esa práctica no sólo fuera habitual en Camps, sino también en Costa, Campos y Betoret, los otros 3 políticos valencianos acusados de cohecho. No sé si se les podrá condenar por ello, porque para eso se tendrá que demostrar tanto que no pagaron los trajes como que el no hacerlo (y admitirlos como regalo de los responsables de Orange Market) fuera en contraprestación a algo. Pero el tufillo que emana el caso es insoportable.

Tratamos frecuentemente de acomodar a nuestros esquemas morales, a nuestras convicciones, a nuestros comportamientos, todo aquello que va surgiendo para entrar en conflicto con aquéllos. Para la persona de la que hablo, que admira a Camps y lo tiene por persona honrada, lo más fácil es construir argumentos que le lleven a concluir que todo es mentira. Si se demuestra lo contrario, utilizará otros que le lleven quizás a defender que no son los hechos tan graves, que ha sido engañado o que todo el mundo hace lo mismo. Sólo así los hechos y nuestras ideas pueden continuar siendo de alguna manera coherentes.

Estos juegos de equilibrio los practicamos todos, absolutamente todos, en mayor o menor grado con nuestros argumentos, y en Psicología reciben un nombre: Disonancia cognitiva:

El concepto de disonancia cognitiva, en Psicología, hace referencia a la tensión o desarmonía interna del sistema de ideas, creencias, emociones y actitudes (cogniciones) que percibe una persona al mantener al mismo tiempo dos pensamientos que están en conflicto, o por un comportamiento que entra en conflicto con sus creencias. Es decir, el término se refiere a la percepción de incompatibilidad de dos cogniciones simultáneas.
El concepto fue formulado por primera vez en 1957 por el psicólogo estadounidense, de origen ruso, Leon Festinger en su obra "A theory of cognitive dissonance". La teoría de Festinger plantea que al producirse esa incongruencia o disonancia de manera muy apreciable, la persona se ve automáticamente motivada para esforzarse en generar ideas y creencias nuevas para reducir la tensión hasta conseguir que el conjunto de sus ideas y actitudes encajen entre sí, constituyendo una cierta coherencia interna.
La manera en que se produce la reducción de la disonancia puede tomar distintos caminos o formas. Una muy notable es un cambio de actitud o de ideas ante la realidad.

Fuente: Wikipedia
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miércoles, 20 de mayo de 2009

HUMOR Y CRISIS


Lejos de servir para banalizar los problemas, el humor es una forma de comprenderlos y afrontarlos. Por eso os dejo los enlaces a dos vídeos que ilustran perfectamente el origen de esta crisis. Con ellos podemos entender mejor qué es lo que ha pasado y reirnos un rato al mismo tiempo.

El primero de ellos lo protagonizan dos humoristas de la televisión británica. Lo he encontrado en el blog de Francisco Alvarez Molina, en el que también encontré el vídeo de Annie. El segundo es una entrevista a Leopoldo Abadía en el programa de Buenafuente. Leopoldo Abadía no es humorista pero podría serlo, por la forma tan divertida que tiene de contar las cosas (y clara, al mismo tiempo). Es doctor en Ingeniería Industrial y ha ejercido como profesor de Política de Empresa en la Escuela de Dirección de Empresas de Navarra durante más de 35 años. Pero ha sido su teoría de los ninjas la que lo ha llevado a la fama a la edad de 75. Muchos de vosotros ya conoceréis esta teoría e incluso habréis visto el vídeo, pero no está de más recordarlo.


El conocimiento, tanto de la existencia del blog de Francisco Alvarez como del vídeo de Leopoldo Abadía, se lo debo a mi amigo Arcadio. Espero que sigas enviándome material tan interesante para mi blog.


No le digas a mi madre que trabajo en Bolsa: Humor inteligente, pedagógico y terapéutico para explicar la crisis

Leopoldo Abadía y su teoría de los ninjas con Buenafuente

sábado, 16 de mayo de 2009

EL PRECIO JUSTO Y LA TEORÍA DEL MÁS TONTO


A nadie se le escapa que una de las particularidades que esta crisis internacional que nos azota presenta en España es su incidencia en el sector inmobiliario.

Todos hemos visto proliferar como champiñones, años atrás, inmobiliarias grandes, medianas y pequeñas. En todas las calles de todas las ciudades de España había oficinas con sus escaparates empapelados con carteles que anunciaban: “para entrar a vivir” “precioso piso” “muy luminoso”... Te llamaban a la puerta los chicos trajeados con corbatas de colores, muy educados, muy simpáticos. Te ofrecían tasar tu piso gratuitamente (“si yo no quiero venderlo, ¿para qué quiero tasarlo?” “¿No tiene curiosidad por saber cuál sería su precio de mercado?” “Pues no, majete, no quiero saberlo”). Te dejaban publicidad en los buzones, te llamaban por teléfono... Formaban parte de nuestras vidas.

Se vendían muchos pisos todos los días. Y cada vez más caros. Y de ahí comían constructores, arquitectos, aparejadores, albañiles, fontaneros, electricistas, carpinteros..., las pequeñas empresas de reformas, notarías, inmobiliarias, etc., etc.

Y comenzamos a oir hablar de la burbuja inmobiliaria, y de lo que algunos advertían que podía suponer su estallido, y muchos negaban que se fuera a producir. Pero estalló.
Al respecto de las burbujas me he encontrado esta definición de la llamada Teoría del más tonto(que a alguno le puede molestar si se siente aludido pero que, como no es mía, la publico):
La teoría del más tonto describe a las burbujas como dirigidas por el comportamiento perennemente optimista de los participantes de un mercado (los tontos) que compran activos sobrevaluados anticipando su venta a especuladores rapaces (los más tontos) a un precio mucho mayor. Según esta explicación no respaldada, las burbujas continúan hasta que los tontos puedan encontrar más tontos para pagarles por los activos sobrevaluados. Las burbujas terminarán solo cuando el más tonto se convierta en el mayor tonto que paga el precio superior por el bien sobrevaluado y no puede encontrar otro comprador que pague por él un precio más alto.

No ando muy de acuerdo con esta teoría por un motivo: en realidad sólo hay un tonto, el último comprador que no se puede convertir en vendedor. Los tontos de los eslabones intermedios hacen su negocio: compran caro y venden más caro todavía. Son colaboradores de la creación de la burbuja pero no víctimas de ella. Pero en fin, sólo es un matiz.

El resultado de todo esto es que construimos un gran castillo de naipes que había demandado mucha, muchísima mano de obra, incluso de más allá de nuestras fronteras. Con su caida, al soplido de la crisis financiera, esa mano de obra se ha convertido en millones de parados.

Una de las lecciones que hemos de aprender de esta crisis como ciudadanos es que debemos tratar de pagar por las cosas un precio razonable para no alimentar la economía especulativa, para no participar en la teoría de los tontos. Y una de las funciones que deben desempeñar los gobiernos es detectar y paliar la especulación, aunque para muchos signifique una injerencia del estado en la economía de libre mercado.
Y esa lección coincide con otra de las que nos deja el vídeo de Annie Leonard “La historia de las cosas”. Ella también nos enseña a pagar por las cosas un precio razonable, aunque en este caso no hablamos de gastar menos sino de gastar más (y eso siempre es más difícil). Se trata de hacer uso, por ejemplo, de las tiendas de comercio justo. Son pocas, deberían multiplicarse. El comercio justo implica que todos aquellos que participan en la puesta en el mercado de un producto sean retribuidos dignamente y realicen su trabajo en buenas condiciones laborales. Es obvio que esto encarece el producto, pero hay que entender que es el precio razonable. El comercio justo garantiza además el respeto al medio ambiente y contribuye a la redistribución de la riqueza. Y muy bueno sería que la competencia de las tiendas de comercio justo forzara a las grandes multinacionales a desechar la idea de "externalizar costes". Os dejo una relación de tiendas de comercio justo en España.
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martes, 5 de mayo de 2009

LA HISTORIA DE LAS COSAS (de Annie Leonard)

Soy ignorante de muchas, muchísimas cosas. Una de ellas es la economía. Toda la vida quejándonos de la inflacción y resulta que, cuando los precios bajan y yo digo “por fin, una buena noticia”, nos cuentan que llega la deflacción y es peor todavía.

Por tanto, me cuesta entender el origen de este crisis cruel que nos azota. ¿La avaricia de los bancos que los ha “enmerdado” y ahora no sueltan un euro a quienes necesitan financiar sus negocios?, ¿la burbuja inmobiliaria que por fin estalló y ha pringado a todo el mundo?, ¿el miedo a invertir, a consumir y el instinto de guardar por lo que pueda pasar?

Sólo sé que algo tendrá que cambiar cuando salgamos de ella. Hemos creado un sistema basado en el consumismo que habrá que ir desmontando poco a poco. Fabricamos productos ideados para ser reemplazados por otros en breve plazo de tiempo por no tener calidad, por dejar de ser modernos en meses o por los vaivenes de la moda.

Cambiamos de teléfono móvil cada año. ¿Es que no nos funciona? Lo hace perfectamente pero los hay muy baratos con la pantalla más grande y con más funciones ¿pero no era para hablar?. Cada vez que renovamos nuestra tecnología o nuestro vestuario estamos dando de comer a unas cuantas personas (aunque el porcentaje que se llevan de nuestro dinero no es proporcional al esfuerzo dedicado a ponerlo en nuestras manos). Y ahí está la maldita trampa de este sistema: si dejamos de consumir dejamos también de dar de comer a mucha gente. Casi todos participamos en la extracción, elaboración, distribución o venta de productos que han de ser consumidos y nos vemos afectados cuando el consumo disminuye. Pero con esta voracidad no sólo estamos consumiendo lo que nos venden en las grandes superficies, sino también nuestros recursos naturales. Y podemos llegar al día en que sea demasiado tarde rectificar.

Os dejo un vídeo delicioso aunque preocupante y que habla de todas estas cosas. Es de Annie Leonard y se llama LA HISTORIA DE LAS COSAS. Lo encontré en el blog de Francisco Alvarez Molina, (http://noledigasamimadrequetrabajoenblosa.blogspot.com/) quien, entre otras cosas, ha sido vicepresidente de la bolsa de Madrid o Consejero-director de la de Valencia y que ahora tiene un espacio de economía en RNE.

El vídeo dura 21 minutos. Ya sé que todos andamos un poco mal de tiempo, pero vale la pena verlo entero. Si os falla lo podéis ver en este enlace que os llevará al blog de Francisco Alvarez Molina