sábado, 20 de junio de 2009

VICENTE FERRER Y OTROS

En menos de veinte días la población de Gandía ha sido dos veces noticia por muy distinto motivo. Si a finales de mayo conocíamos la barbaridad cometida por dos empresarios panaderos incapaces de prestar el auxilio necesario a un trabajador víctima de un accidente de trabajo provocado por el afán de exprimir la productividad de su empresa, hoy nos hemos levantado con la noticia del fallecimiento de Vicente Ferrer, hijo predilecto de Gandía, donde pasó su infancia, aunque había nacido en Barcelona.


Qué vidas tan diferentes, qué paradojas. Uno trabajando toda una vida por los demás sin esperar más a cambio que ver aliviado el sufrimiento de los más pobres. Otros buscando el beneficio personal, para enriquecerse o para sacar adelante la empresa, pero en todo caso a costa del trabajo mal pagado y degradante, casi esclavo de los más desprotegidos.

Prefiero hablar del primero, porque nos ha demostrado que otro mundo es posible, porque dicen de él que ha sacado de la pobreza a dos millones de personas, porque se ganó el cariño y el respeto de los más necesitados. Porque, pese a ser jesuita, "nunca hablaba de Dios, había otras prioridades. La acción era lo único importante, la buena acción contiene en sí misma todas las religiones, todas las filosofías, contiene el universo completo". Vicente Ferrer no fue a la India a construir iglesias sino escuelas y hospitales. Nunca figuró en sus planes incrementar las listas de católicos y seguramente por eso nunca fue visto con buenos ojos por la jerarquía eclesiástica, hasta que en 1970 fue expulsado de la Compañía de Jesús.

Dicen que en el punto medio está la virtud. Y no siempre es cierto. En el punto medio entre el egoismo cruel de los empresarios gandienses y el abnegado altruismo de este hijo predilecto de Gandía está la mediocridad. Virtuosos son aquellos capaces de llegar a donde Vicente Ferrer Moncho ha llegado. Esperemos que se hagan ciertas sus palabras “la Fundación puede vivir sin mí pero yo no puedo vivir sin la Fundación” y que la labor que él inició perviva por muchísimo tiempo.



miércoles, 17 de junio de 2009

LA JUVENTUD DE HOY

Hace tiempo que andaba buscando este texto, que perdí, y que ahora he recuperado por gentileza de mi hermana. Lo quiero compartir con vosotros, aunque es probable que ya lo hayáis leido:
El Médico de Familia inglés, Ronald Gibson, comenzó una conferencia sobre conflicto generacional, citando cuatro frases:
1) "Nuestra juventud gusta del lujo y es mal educada, no hace caso a las autoridades y no tiene el menor respeto por los de mayor edad. Nuestros hijos hoy son unos verdaderos tiranos. Ellos no se ponen de pie cuando una persona anciana entra. Responden a sus padres y son simplemente malos."
2) "Ya no tengo ninguna esperanza en el futuro de nuestro país, si la juventud de hoy toma mañana el poder, porque esa juventud es insoportable, desenfrenada, simplemente horrible."
3) "Nuestro mundo llegó a su punto crítico. Los hijos ya no escuchan a sus padres. El fin del mundo no puede estar muy lejos."
4) "Esta juventud esta malograda hasta el fondo del corazón. Los jóvenes son malhechores y ociosos. Ellos jamás serán como la juventud de antes. La juventud de hoy no será capaz d e mantener nuestra cultura."
Después de enunciar las cuatro citas, el Doctor Gibson, observaba como gran parte de la concurrencia aprobaba cada una de las frases. Aguardó unos instantes a que se acallaran los murmullos de la gente comentando lo expresado y entonces reveló el origen de las frases, diciendo:
La primera frase es de Sócrates (470 - 399 A .C.)
La segunda es de Hesíodo ( 720 A .C.)
La tercera es de un sacerdote ( 2.000 A .C.)
La cuarta estaba escrita en un vaso de arcilla descubierto en las ruinas de Babilonia (actual Bagdad) y con más de 4.000 años de existencia.
Y ante la perplejidad de los asistentes, concluyó diciéndoles:Señoras Madres y Señores Padres de familia: RELÁJENSE, QUE LA COSA SIEMPRE HA SIDO ASÍ...
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sábado, 6 de junio de 2009

ABORTAR A LOS 16

No sé si peco de ser corto de reflejos al abordar ahora este debate, cuando lleva ya bastante tiempo instalado en nuestras conversaciones.
El caso es que me ha animado escuchar anteayer en el parque una discusión sobre el aborto a los 16 años y un día después, oir a Mariano Rajoy, hablar de lo mismo en un mitin de campaña.

Lo primero que se me ocurre es que no es una, sino dos discusiones. La primera sería sobre si es o no aceptable la legalidad del aborto y la segunda si es o no aceptable que una niña pueda, a los 16 años, interrumpir su embarazo sin el consentimiento de sus padres.

Me quiero ahorrar la primera. Entre otras cosas porque en España las formaciones de izquierdas han defendido siempre el aborto y el principal partido de derechas, que no lo ha hecho nunca, tuvo la oportunidad de derogar la ley que lo regula durante los ocho años que estuvo en el poder y no lo hizo. Supongo que es el problema de querer aglutinar un sector tan amplio del electorado, el que va del centro hasta la extrema derecha, y que a veces le obliga a tomar decisiones en función de los votos que pueda ganar o perder en el envite. Debieron pensar que derogarla restaría más papeletas que las que pudiera sumar y dejaron las cosas como estaban. Lo mismo pasó con la Ley del divorcio y me apuesto una paella que cuando el PP vuelva al poder tampoco derogará la Ley de matrimonios homosexuales ni eliminará la asignatura Educación para la ciudadanía. El mismo principio de aritmética de votos es el responsable, probablemente, de que el PSOE no haya sido en otras ocasiones más valiente con el aborto u otras cuestiones.

El caso es que si suponemos que estos partidos representan a la gran mayoría de los españoles y todos ellos han defendido por acción u omisión la despenalización del aborto, el debate sobre su conveniencia pierde gran parte de su interés, a pesar de las campañas de la Iglesia (campañas que, curiosamente, no hacía cuando gobernaba el PP y la Ley seguía vigente).

De manera que ahora el meollo del debate se centra en los plazos y en la conveniencia o no de que una niña pueda interrumpir su embarazo a los 16 años sin permiso de sus padres. Y en ese debate yo he escuchado cosas que, a bote pronto, parecen bastante razonables. He escuchado decir que es incongruente que una niña pueda tomar esa decisión y no pueda votar o conducir un coche. He oido que carece de la madurez necesaria o que no puede tomar ese tipo de decisiones a espaldas de sus padres.

La medida propuesta por el gobierno es en parte, lógica, en congruencia con la Ley de Autonomía del Paciente del año 2002, en virtud de la cual, a partir de los 16 años no se requiere consentimiento paterno para pasar por un quirófano. Ni siquiera tratándose de una operación de cirugía estética.

Pienso que una niña puede perfectamente esperar a cumplir los 18 para conducir un vehículo o para votar. No hay ninguna urgencia para ello, ya madurará (y no entraré a discutir si lo habrá hecho o no a los 18). Tampoco pasaría nada si se esperara a alcanzar la mayoría de edad para ponerse tetas, culo, hacerse una liposucción o corregirse la nariz. Pero si a los 16 se queda embarazada, la decisión de continuar con el proceso, la tome quien la tome, no puede esperar. Sería muy buena idea congelar la gestación hasta que cumpliera los 18 pero no es posible (quién sabe si un día...). ¿Y a quién le va a repercutir el resto de su vida lo que se haga con ese embarazo? A esa niña que ahora tiene 16 años. ¿Por qué tienen entonces que tomar una decisión tan importante los abuelos del niño que va o no a nacer si no van a ser los responsables de su crianza y manutención, si no van a tener ninguna obligación legal respecto de él?

Yo parto de la idea de que la decisión de abortar no es ni más ni menos respetable que la decisión de no hacerlo. Y, tomando ese punto de partida, quiero darle la vuelta al planteamiento del siguiente modo:

Si una niña de 16 años necesita del consentimiento de sus padres para interrumpir su embarazo, ¿por qué no lo necesita para continuar con él? ¿no nos parecería disparatado que la ley permitiera la práctica de un aborto a una adolescente que quiere tener a su hijo? ¿Es congruente aceptar que los padres puedan decidir en un sentido pero no en el otro?
Creo que hay decisiones que sólo puede tomar uno mismo. O, en este caso, una misma. Aunque tenga 16 años y aunque sus padres la quieran muchísimo.
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