sábado, 24 de octubre de 2009

EL TITANIC VALENCIANO

Todos recordamos la historia del Titanic (sobre todo gracias a la película de James Cameron). Un trasatlántico de lujo, un escaparate de ostentación, un barco en el que se dieron cita personajes de la alta sociedad que quisieron dar cuenta de su opulencia, de su elegancia, y exhibir su rol en la última de las maravillas tecnológicas. De fiesta en fiesta, de gala en gala, lucían sus mejores prendas en un afán desmedido de pavonearse ante el resto de distinguidos pasajeros. Mientras tanto, otros, no tan distinguidos, que se embarcaron en busca de un futuro mejor, mal viajaban en tercera clase, perfectamente aislados de la clase VIP.

Hasta que un iceberg se cruzó en el camino de aquella deslumbrante nave, que no sólo quería ser la más lujosa sino también la más rápida y moderna y que no aminoró su marcha ante el peligro por temor a no batir el récord de la distancia. A partir de entonces, lo que pasó ya se sabe, sálvese quien pueda, que no hay botes para todos.

No tenía intención de hablar de lo que está pasando en el PP de la Comunidad Valenciana porque no hace falta añadir mucho más a lo que oimos y leemos todos los días. Pero el recuerdo del Titanic se ha ido a almacenar en mi memoria justo al lado de los últimos acontecimientos que hemos vivido al respecto. Es caprichosa la forma que tiene nuestro cerebro de ordenar la información.

No sé si el iceberg Gürtel hará hundirse definitivamente a Camps y los suyos (aunque no oculto que me encantaría). Pero me da mucha pena y mucha rabia que acabe siendo éste. Porque los valencianos nos hemos dejado deslumbrar por tanto fuego de artificio y no hemos prestado atención a que, como en el Titanic, esta Comunidad ha humillado y menospreciado a su “tercera clase”. Y es ese, el iceberg de la ciudadanía, el que a mi juicio debiera haber frenado el avance de nuestro particular Titanic mucho antes.

Y escribo esto con rabia, después de haber conocido a una persona, Felicidad, a la que la resolución de concesión de la ayuda a la dependencia le ha llegado cuando su madre, a la que cuidaba, ya se ha ido. (Y ya he visto unos cuantos casos iguales). “Sólo” han tardado dos años y medio en dictarla pero la Generalitat Valenciana, burlándose de la Ley, aplica en todos los casos los efectos desde el día de la resolución (repito, no es un error, dos años y medio después de la solicitud). En nuestra querida Comunitat, la de las grandes ambiciones, Felicidad navega en tercera clase.
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miércoles, 14 de octubre de 2009

¿EL MODELO FINLANDÉS ES POSIBLE?

Una tasa de desempleo mayor del 20%, un sinfín de empresas bajando la persiana, un sistema financiero gravemente tocado, una crisis sin precedentes... No. No estoy hablando de España ni de la actual crisis. Estoy hablando de lo que le sucedió a Finlandia a principios de los años 90.

El comercio con la Unión Soviética suponía el 25% del producto interior bruto finés. La caida del gigante a finales de los 80 arrastró a los nórdicos. Quebraron la mayoría de las empresas de construcción, y, en consecuencia, la industria de la madera, los astilleros y los bancos.

¿Cómo consiguieron los fineses salir del pozo hasta convertirse en uno de los países más prósperos de la actualidad?

Lo primero fue establecer un gran consenso. Gobierno y oposición pactaron un plan de salida de la crisis y ambos remaron en la misma dirección.
Lo segundo fue devaluar la moneda con el fin de impulsar las exportaciones.
A partir de ahí, Finlandia redujo el gasto público (incluyendo planes sociales) y aliberó la presión fiscal sobre las empresas.
Pero lo que realmente hizo posible el gran cambio fue una decidida apuesta por la inversión en ciencia y tecnología, que pasó del 1,8% del PIB en 1990 a un 3,5% en 2004, acompañada de un gran impulso al sistema educativo.
Al mismo tiempo que se tomaban estas medidas, Finlandia dedicaba el 25% de su PIB a gasto social, construyendo su particular estado de bienestar.

Hoy, Finlandia tiene uno de los PIB per cápita mayores del mundo y con poca distancia entre ricos y pobres; es el país, después de Suecia, que más invierte en ciencia y tecnología, es líder en comunicación, desbancó en 2002 a EEUU como país más competitivo y su sistema educativo es el mejor de Europa según el informe PISA (lo que equivale a decir del mundo). Y al mismo tiempo lidera los rankings de presión fiscal.

Pero todas esas medidas no hubieran dado el mismo resultado si no se hubieran tomado en el caldo de cultivo adecuado. Y éste no es otro que el carácter escandinavo. En Finlandia prima la cultura del trabajo y el esfuerzo. Se valora el conocimiento. Se respetan las leyes y el derecho de los demás (hace tiempo me sorprendió leer en un reportaje que los estudiantes fineses ¡no copian en los exámenes! Y que si alguno lo hiciera sería visto con muy malos ojos por sus compañeros).

¿Puede ser éste el ejemplo a seguir para salir de la crisis? Parecería que sí, pero no debe ser esto lo que piensa nuestro gobierno cuando al elaborar los presupuestos de 2010 decide hacer recortes presupuestarios en I+D+I. Y no parece muy consecuente esta medida después de la apuesta que había hecho Zapatero por un cambio en el modelo productivo. Si a este frenazo a la inversión en ciencia y tecnología le añadimos un empresariado ocupado no en reinvertir los beneficios de sus empresas en I+D como los fineses sino en ponerlos a resguardo y unos españolitos de a pie siempre dispuestos a cobrar en negro y evadir el fisco (impensable en Finlandia, que es, por cierto, el país con menor grado de corrupción del mundo, según Transparencia Internacional) y en buscar culpables escurriendo el bulto, las posibilidades de repetir en España el milagro finlandés son bastante remotas.
"En toda crisis hay un grave problema, pero también una gran oportunidad. La crisis se origina porque deja de ser útil un determinado modelo, pero siempre es posible emplear esa oportunidad para trabajar de una forma distinta y original, aprovechando las circunstancias cambiantes del mundo moderno."
Ramiro VŠyrynen,Presidente de la Academia de Ciencias de Finlandia
Enlaces:
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jueves, 24 de septiembre de 2009

BIENVENIDA RUTINA

He tardado mucho, pero he vuelto. Han sido más de dos meses los que he pasado sin martillear el teclado de mi ordenador, apartado de él por algunos asuntillos que tenía pendientes (y por mis vacaciones, claro, que aunque cortas, fueron intensas).

Tengo ya ganas de entrar en rutina. Suena mal, ¿verdad?. Pensar en rutina suele provocar rechazo, pero no es tan mala, creedme. La rutina es -diría Jesulín- como un toro. Hay que saber manejarla (como casi todas las cosas, añado yo). Hay que buscarla sin dejar que sea ella la que te encuentre a ti.

Comienza el ciclo. Divido el tiempo en ciclos de un año que no comienzan en enero sino más o menos por estas fechas, justo con el inicio del curso escolar. Así lo he hecho -como casi todos- desde que era estudiante. Ahora ya no lo soy pero mis hijas van al cole. Hemos pasado ya el caos del periodo estival: primero dejan de tener clase por la tarde, luego van a la escuela de verano, ésta termina y te organizas con tu pareja las vacaciones para poder estar con ellas todo el día, vuelve el cole pero sólo de mañanas y ya, al final, por fin, comienzan a ir también de tarde. Y es entonces cuando bendices la rutina. Hasta junio (excepción hecha de las navidades) tienes el planning hecho ¡qué tranquilidad! Recoges a las niñas a las 5, un poquito de parque, un baño al llegar a casa, otro poquito de tele (ahora sí, poquito), a cenar, lavarse los dientes, un pis, un cuento y a dormir. ¡Qué gozo! Dicen los psicólogos que la rutina da seguridad a los niños incidiendo positivamente en su conducta. Cierto, ciertísimo. Lo tengo constatado. No hay nada como que sepan que lo que toca en cada momento es irreversible para dejar de tener conflictos.

Teniendo ya configurado el horario de las niñas te organizas con tu pareja: yo las recojo martes y miércoles, el lunes y jueves tú y el viernes vamos juntos. Cuando tú vuelvas de clase yo me voy al gimnasio y llego justo a tiempo para el baño y la cena. Claro que, eso es los lunes y los miércoles, los jueves tengo fútbol a las 4 y a mi vuelta tú te vas a clase. ¡Uf! Parece todo muy complicado pero convertido en rutina, se hace fácil.

La rutina (sin llevarla a extremos irracionales) te lleva al éxito: en la educación de tus hijos, en los estudios, en tus aficiones... No siempre te apetece hacer ejercicio pero si hoy es miércoles, por ejemplo, y los miércoles toca spining ni te planteas dejar de ir. No hay otra opción si no quieres acabar arrojando la toalla. Pero la rutina, eso sí, se termina el viernes noche. A partir de entonces y hasta el lunes siguiente, se la guarda en un cajón. Todos sus beneficios se convierten en perjuicios el fin de semana, que está pensado para improvisar.

Bien, espero convertir en rutina mis ratitos en el blog.
Saludos.

jueves, 16 de julio de 2009

¿DISONANCIA COGNITIVA O DEMAGOGIA?

No hace mucho, el día 28 de mayo exactamente, escribía en este blog sobre la disonancia cognitiva. Y para hacerla más comprensible explicaba los argumentos que esgrimía una persona de mi entorno respecto de los trajes con los que parece que fue obsequiado Francisco Camps por una empresa contratista de la Generalitat Valenciana, Orange Market.

Y decía: Tratamos frecuentemente de acomodar a nuestros esquemas morales, a nuestras convicciones, a nuestros comportamientos, todo aquello que va surgiendo para entrar en conflicto con aquéllos. Para la persona de la que hablo, que admira a Camps y lo tiene por persona honrada, lo más fácil es construir argumentos que le lleven a concluir que todo es mentira. Si se demuestra lo contrario, utilizará otros que le lleven quizás a defender que no son los hechos tan graves, que ha sido engañado o que todo el mundo hace lo mismo. Sólo así los hechos y nuestras ideas pueden continuar siendo de alguna manera coherentes.

Vuelvo a este tema porque ya hemos llegado al momento que predecía. Ha faltado tiempo para que, tras conocerse el último auto del magistrado Flors, comparezcan ante los medios de comunicación distinguidos dirigentes del PP para reelaborar sus argumentos.

Habían comenzado diciendo ser víctimas de la persecución del juez Garzón, en connivencia con el entonces ministro de Justicia Mariano Fernández Bermejo, con quien había ido de caza (hecho que le costó el puesto). Una vez inhibido del caso el juez Garzón por corresponder el trámite al Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana, y persistiendo el nuevo magistrado instructor en la inculpación, el argumento pasó a basarse en la negación. Hasta 126 veces dijo Camps en les Corts que había pagado sus trajes. Sus correligionarios siguieron esta estela y todos manifestaban estar seguros de que así fue. Y, claro, ¿quién guarda las facturas de la ropa que se compra? Pero con el último Auto dictado por el TSJCV esta excusa ya no cuela ("Según parece desprenderse de las diligencias de investigación practicadas hasta ahora", los imputados "resultaron beneficiados por la recepción de las prendas de vestir cuyo precio pagó un tercero", indica el magistrado).
Rita Barberá fue el ariete del PP y la que más focos atrajo cuando estrenó el nuevo argumento: “si el presidente de la Generalitat, Francisco Camps, dimitiera por su imputación en el 'caso Gürtel' tendría que seguirle todo el país, empezando por el presidente del Gobierno por las anchoas con que le ha obsequiado en varias ocasiones” “Haciendo un paralelismo con el caso del presidente Camps, también están incursos en este artículo algunos más. Yo también, probablemente por recibir un ramo de flores. Pero, desde luego, Zapatero por lo de las anchoas de Santoña del presidente Revilla".
Algunos políticos del PP han insistido en este argumento (un auténtico insulto a la inteligencia, el ejemplo de la alcaldesa) y entre ellos Mariano Rajoy, que decía ayer mismo “Francisco Camps, está padeciendo una pena mucho mayor que el castigo tipificado por un delito de cohecho impropio (2.500 euros), que es por lo que se le está investigando en el Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valenciana”, quitándole hierro al asunto, aunque dijera más tarde estar seguro de que el President pagó sus trajes.

¿Están verdaderamente convencidos todos ellos de que es éste un hecho sin importancia? ¿De verdad cree Rita Barberá que el regalo institucional de una lata de anchoas es equiparable a las frecuentes visitas a las tiendas de Milano y Forever Young del Presidente de la G.V. y otros dirigentes populares o la de su sastre a sus despachos para elegir unas telas, encargar unos trajes, unas americanas, un esmoking o llevarse unos zapatos por la jeta?

Si de verdad lo creen así, estaríamos, a mi parecer, ante un clarísimo ejemplo de disonancia cognitiva. Pero puede que no crean lo que dicen y que lo que pretendan no sea más que cargar las pilas de la disonancia cognitiva de sus votantes (lo que explicaría mucho mejor porqué sí han suspendido al que fuera vicepresidente del Gobierno Valenciano, Víctor Campos, hoy retirado de la política, inculpado por los mismos delitos). Estaríamos entonces ante un ejemplo de manipulación de la opinión pública y de demagogia. Yo, la verdad, no tengo muy claro en qué caso nos encontramos.
DISONANCIA COGNITIVA:
El concepto de disonancia cognitiva, en Psicología, hace referencia a la tensión o desarmonía interna del sistema de ideas, creencias, emociones y actitudes (cogniciones) que percibe una persona al mantener al mismo tiempo dos pensamientos que están en conflicto, o por un comportamiento que entra en conflicto con sus creencias. Es decir, el término se refiere a la percepción de incompatibilidad de dos cogniciones simultáneas.

jueves, 2 de julio de 2009

LOS HOSPITALES DE GESTIÓN PRIVADA Y UN TAXISTA DE TÚNEZ

Supongo que sucede en muchos más sitios, pero a mí, que no puedo presumir de viajar mucho, me pasó en Túnez. Allí tienes dos formas de pagar un taxi. O bien pactas con el taxista una cantidad antes de tomarlo o bien dejas que sea el taxímetro el que establezca el precio. Si optas por la primera de las opciones, el conductor tomará atajos, se saltará algunos semáforos y completará el trayecto en un corto espacio de tiempo. Si dejas que gobierne el taxímetro, la conducción será más lenta, no habrá atajos sino rodeos y pararás hasta en los semáforos que todavía están en ámbar (vaya, como te puede pasar aquí).

Me acordaba de esto cuando pensaba en cómo funcionan los hospitales de gestión privada que han proliferado los últimos años, sobre todo en la Comunidad Valenciana y la de Madrid. La empresa que los gestiona recibe una asignación fija por los pacientes potenciales de que dispone (todos los ciudadanos adscritos, por empadronamiento, a ese hospital) y factura el gasto ocasionado por cada paciente desplazado que es atendido en él. De manera que si dos personas entran por la puerta de Urgencias del nuevo Hospital de Dènia, por ejemplo, con la misma dolencia, es muy posible que no reciban la misma atención si uno es de Pego y otro de A Coruña. Con la presencia del primero, el Hospital (que no olvidemos que es gestionado por una empresa que pretende sacar rendimiento económico) no puede hacer más que perder dinero. Todas las pruebas, intervenciones o tiempo que le dedique es un gasto irrecuperable (no olvidemos que el hospital ya ha ingresado por ese paciente lo que debía ingresar y que es la misma cantidad acuda éste o no al hospital). ¿Qué pasa con el paciente de A Coruña? Que toda radiografía, TAC, ecografía o resonancia que se le practique, así como el tiempo de hospitalización que requiera, será facturado a la Agència Valenciana de Salut.

De la misma manera que hay un mismo taxista en Túnez conduciendo de dos formas diferentes, ¿creéis que de verdad puede el Hospital de Dènia (o el de Alzira o la próxima Fe) atender de la misma manera a todos sus pacientes? Yo creo que no, y aunque estén construyendo la Nueva Fe a 300 metros de mi casa, si necesito ir a Urgencias y puedo aguantar un poco, que me lleven a Dènia, que total, es una horita.

sábado, 20 de junio de 2009

VICENTE FERRER Y OTROS

En menos de veinte días la población de Gandía ha sido dos veces noticia por muy distinto motivo. Si a finales de mayo conocíamos la barbaridad cometida por dos empresarios panaderos incapaces de prestar el auxilio necesario a un trabajador víctima de un accidente de trabajo provocado por el afán de exprimir la productividad de su empresa, hoy nos hemos levantado con la noticia del fallecimiento de Vicente Ferrer, hijo predilecto de Gandía, donde pasó su infancia, aunque había nacido en Barcelona.


Qué vidas tan diferentes, qué paradojas. Uno trabajando toda una vida por los demás sin esperar más a cambio que ver aliviado el sufrimiento de los más pobres. Otros buscando el beneficio personal, para enriquecerse o para sacar adelante la empresa, pero en todo caso a costa del trabajo mal pagado y degradante, casi esclavo de los más desprotegidos.

Prefiero hablar del primero, porque nos ha demostrado que otro mundo es posible, porque dicen de él que ha sacado de la pobreza a dos millones de personas, porque se ganó el cariño y el respeto de los más necesitados. Porque, pese a ser jesuita, "nunca hablaba de Dios, había otras prioridades. La acción era lo único importante, la buena acción contiene en sí misma todas las religiones, todas las filosofías, contiene el universo completo". Vicente Ferrer no fue a la India a construir iglesias sino escuelas y hospitales. Nunca figuró en sus planes incrementar las listas de católicos y seguramente por eso nunca fue visto con buenos ojos por la jerarquía eclesiástica, hasta que en 1970 fue expulsado de la Compañía de Jesús.

Dicen que en el punto medio está la virtud. Y no siempre es cierto. En el punto medio entre el egoismo cruel de los empresarios gandienses y el abnegado altruismo de este hijo predilecto de Gandía está la mediocridad. Virtuosos son aquellos capaces de llegar a donde Vicente Ferrer Moncho ha llegado. Esperemos que se hagan ciertas sus palabras “la Fundación puede vivir sin mí pero yo no puedo vivir sin la Fundación” y que la labor que él inició perviva por muchísimo tiempo.



miércoles, 17 de junio de 2009

LA JUVENTUD DE HOY

Hace tiempo que andaba buscando este texto, que perdí, y que ahora he recuperado por gentileza de mi hermana. Lo quiero compartir con vosotros, aunque es probable que ya lo hayáis leido:
El Médico de Familia inglés, Ronald Gibson, comenzó una conferencia sobre conflicto generacional, citando cuatro frases:
1) "Nuestra juventud gusta del lujo y es mal educada, no hace caso a las autoridades y no tiene el menor respeto por los de mayor edad. Nuestros hijos hoy son unos verdaderos tiranos. Ellos no se ponen de pie cuando una persona anciana entra. Responden a sus padres y son simplemente malos."
2) "Ya no tengo ninguna esperanza en el futuro de nuestro país, si la juventud de hoy toma mañana el poder, porque esa juventud es insoportable, desenfrenada, simplemente horrible."
3) "Nuestro mundo llegó a su punto crítico. Los hijos ya no escuchan a sus padres. El fin del mundo no puede estar muy lejos."
4) "Esta juventud esta malograda hasta el fondo del corazón. Los jóvenes son malhechores y ociosos. Ellos jamás serán como la juventud de antes. La juventud de hoy no será capaz d e mantener nuestra cultura."
Después de enunciar las cuatro citas, el Doctor Gibson, observaba como gran parte de la concurrencia aprobaba cada una de las frases. Aguardó unos instantes a que se acallaran los murmullos de la gente comentando lo expresado y entonces reveló el origen de las frases, diciendo:
La primera frase es de Sócrates (470 - 399 A .C.)
La segunda es de Hesíodo ( 720 A .C.)
La tercera es de un sacerdote ( 2.000 A .C.)
La cuarta estaba escrita en un vaso de arcilla descubierto en las ruinas de Babilonia (actual Bagdad) y con más de 4.000 años de existencia.
Y ante la perplejidad de los asistentes, concluyó diciéndoles:Señoras Madres y Señores Padres de familia: RELÁJENSE, QUE LA COSA SIEMPRE HA SIDO ASÍ...
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sábado, 6 de junio de 2009

ABORTAR A LOS 16

No sé si peco de ser corto de reflejos al abordar ahora este debate, cuando lleva ya bastante tiempo instalado en nuestras conversaciones.
El caso es que me ha animado escuchar anteayer en el parque una discusión sobre el aborto a los 16 años y un día después, oir a Mariano Rajoy, hablar de lo mismo en un mitin de campaña.

Lo primero que se me ocurre es que no es una, sino dos discusiones. La primera sería sobre si es o no aceptable la legalidad del aborto y la segunda si es o no aceptable que una niña pueda, a los 16 años, interrumpir su embarazo sin el consentimiento de sus padres.

Me quiero ahorrar la primera. Entre otras cosas porque en España las formaciones de izquierdas han defendido siempre el aborto y el principal partido de derechas, que no lo ha hecho nunca, tuvo la oportunidad de derogar la ley que lo regula durante los ocho años que estuvo en el poder y no lo hizo. Supongo que es el problema de querer aglutinar un sector tan amplio del electorado, el que va del centro hasta la extrema derecha, y que a veces le obliga a tomar decisiones en función de los votos que pueda ganar o perder en el envite. Debieron pensar que derogarla restaría más papeletas que las que pudiera sumar y dejaron las cosas como estaban. Lo mismo pasó con la Ley del divorcio y me apuesto una paella que cuando el PP vuelva al poder tampoco derogará la Ley de matrimonios homosexuales ni eliminará la asignatura Educación para la ciudadanía. El mismo principio de aritmética de votos es el responsable, probablemente, de que el PSOE no haya sido en otras ocasiones más valiente con el aborto u otras cuestiones.

El caso es que si suponemos que estos partidos representan a la gran mayoría de los españoles y todos ellos han defendido por acción u omisión la despenalización del aborto, el debate sobre su conveniencia pierde gran parte de su interés, a pesar de las campañas de la Iglesia (campañas que, curiosamente, no hacía cuando gobernaba el PP y la Ley seguía vigente).

De manera que ahora el meollo del debate se centra en los plazos y en la conveniencia o no de que una niña pueda interrumpir su embarazo a los 16 años sin permiso de sus padres. Y en ese debate yo he escuchado cosas que, a bote pronto, parecen bastante razonables. He escuchado decir que es incongruente que una niña pueda tomar esa decisión y no pueda votar o conducir un coche. He oido que carece de la madurez necesaria o que no puede tomar ese tipo de decisiones a espaldas de sus padres.

La medida propuesta por el gobierno es en parte, lógica, en congruencia con la Ley de Autonomía del Paciente del año 2002, en virtud de la cual, a partir de los 16 años no se requiere consentimiento paterno para pasar por un quirófano. Ni siquiera tratándose de una operación de cirugía estética.

Pienso que una niña puede perfectamente esperar a cumplir los 18 para conducir un vehículo o para votar. No hay ninguna urgencia para ello, ya madurará (y no entraré a discutir si lo habrá hecho o no a los 18). Tampoco pasaría nada si se esperara a alcanzar la mayoría de edad para ponerse tetas, culo, hacerse una liposucción o corregirse la nariz. Pero si a los 16 se queda embarazada, la decisión de continuar con el proceso, la tome quien la tome, no puede esperar. Sería muy buena idea congelar la gestación hasta que cumpliera los 18 pero no es posible (quién sabe si un día...). ¿Y a quién le va a repercutir el resto de su vida lo que se haga con ese embarazo? A esa niña que ahora tiene 16 años. ¿Por qué tienen entonces que tomar una decisión tan importante los abuelos del niño que va o no a nacer si no van a ser los responsables de su crianza y manutención, si no van a tener ninguna obligación legal respecto de él?

Yo parto de la idea de que la decisión de abortar no es ni más ni menos respetable que la decisión de no hacerlo. Y, tomando ese punto de partida, quiero darle la vuelta al planteamiento del siguiente modo:

Si una niña de 16 años necesita del consentimiento de sus padres para interrumpir su embarazo, ¿por qué no lo necesita para continuar con él? ¿no nos parecería disparatado que la ley permitiera la práctica de un aborto a una adolescente que quiere tener a su hijo? ¿Es congruente aceptar que los padres puedan decidir en un sentido pero no en el otro?
Creo que hay decisiones que sólo puede tomar uno mismo. O, en este caso, una misma. Aunque tenga 16 años y aunque sus padres la quieran muchísimo.
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jueves, 28 de mayo de 2009

DISONANCIA COGNITIVA

A menudo me pregunto cómo personas inteligentes pueden dejar de parecerlo cuando, con el fin de no abandonar sus convicciones, fuerzan sus argumentos hasta límites insospechados.

Podríamos poner muchos ejemplos: fumadores que defienden que el humo de los coches es más nocivo que el de sus cigarros; drogadictos que consideran que el tabaco es más dañito que la cocaina; católicos que consideran que el condón propaga el sida; hinchas de clubes de fútbol que una y otra vez pierden por culpa del árbitro...

Debido a este fenómeno, a menudo intuimos lo que alguien va a opinar sobre algo. Eso me sucedió el otro día cuando escuché a una persona de derechas, opinar sobre los presuntos regalos a Francisco Camps. Que ya sabía yo lo que iba a decir: “ ¿Acaso se guarda alguien las facturas de los trajes que se compra? “ Y, sobre esta pregunta, construir un argumento basado en la fácil y falsa acusación a un presidente y un partido en el más infalible de sus feudos con el fin de descabalgarlo del poder.

No seré yo quien rompa la sagrada presunción de inocencia, pero no puedo aceptar un argumento tan débil en una persona inteligente como lo es la que lo esgrimió. Yo no uso trajes ni guardo facturas de mis compras pero todo lo que me cuesta más de 20 euros lo pago con tarjeta y puedo acceder a los cargos cuando quiera, ya sea acudiendo a mi oficina o consultándolos por internet. Me cuesta creer que alguien saque de la cartera 800 ó 1000 euros (que es el precio que ronda cada uno de esos trajes) cada vez que adquiere uno. Y más me cuesta creer que esa práctica no sólo fuera habitual en Camps, sino también en Costa, Campos y Betoret, los otros 3 políticos valencianos acusados de cohecho. No sé si se les podrá condenar por ello, porque para eso se tendrá que demostrar tanto que no pagaron los trajes como que el no hacerlo (y admitirlos como regalo de los responsables de Orange Market) fuera en contraprestación a algo. Pero el tufillo que emana el caso es insoportable.

Tratamos frecuentemente de acomodar a nuestros esquemas morales, a nuestras convicciones, a nuestros comportamientos, todo aquello que va surgiendo para entrar en conflicto con aquéllos. Para la persona de la que hablo, que admira a Camps y lo tiene por persona honrada, lo más fácil es construir argumentos que le lleven a concluir que todo es mentira. Si se demuestra lo contrario, utilizará otros que le lleven quizás a defender que no son los hechos tan graves, que ha sido engañado o que todo el mundo hace lo mismo. Sólo así los hechos y nuestras ideas pueden continuar siendo de alguna manera coherentes.

Estos juegos de equilibrio los practicamos todos, absolutamente todos, en mayor o menor grado con nuestros argumentos, y en Psicología reciben un nombre: Disonancia cognitiva:

El concepto de disonancia cognitiva, en Psicología, hace referencia a la tensión o desarmonía interna del sistema de ideas, creencias, emociones y actitudes (cogniciones) que percibe una persona al mantener al mismo tiempo dos pensamientos que están en conflicto, o por un comportamiento que entra en conflicto con sus creencias. Es decir, el término se refiere a la percepción de incompatibilidad de dos cogniciones simultáneas.
El concepto fue formulado por primera vez en 1957 por el psicólogo estadounidense, de origen ruso, Leon Festinger en su obra "A theory of cognitive dissonance". La teoría de Festinger plantea que al producirse esa incongruencia o disonancia de manera muy apreciable, la persona se ve automáticamente motivada para esforzarse en generar ideas y creencias nuevas para reducir la tensión hasta conseguir que el conjunto de sus ideas y actitudes encajen entre sí, constituyendo una cierta coherencia interna.
La manera en que se produce la reducción de la disonancia puede tomar distintos caminos o formas. Una muy notable es un cambio de actitud o de ideas ante la realidad.

Fuente: Wikipedia
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miércoles, 20 de mayo de 2009

HUMOR Y CRISIS


Lejos de servir para banalizar los problemas, el humor es una forma de comprenderlos y afrontarlos. Por eso os dejo los enlaces a dos vídeos que ilustran perfectamente el origen de esta crisis. Con ellos podemos entender mejor qué es lo que ha pasado y reirnos un rato al mismo tiempo.

El primero de ellos lo protagonizan dos humoristas de la televisión británica. Lo he encontrado en el blog de Francisco Alvarez Molina, en el que también encontré el vídeo de Annie. El segundo es una entrevista a Leopoldo Abadía en el programa de Buenafuente. Leopoldo Abadía no es humorista pero podría serlo, por la forma tan divertida que tiene de contar las cosas (y clara, al mismo tiempo). Es doctor en Ingeniería Industrial y ha ejercido como profesor de Política de Empresa en la Escuela de Dirección de Empresas de Navarra durante más de 35 años. Pero ha sido su teoría de los ninjas la que lo ha llevado a la fama a la edad de 75. Muchos de vosotros ya conoceréis esta teoría e incluso habréis visto el vídeo, pero no está de más recordarlo.


El conocimiento, tanto de la existencia del blog de Francisco Alvarez como del vídeo de Leopoldo Abadía, se lo debo a mi amigo Arcadio. Espero que sigas enviándome material tan interesante para mi blog.


No le digas a mi madre que trabajo en Bolsa: Humor inteligente, pedagógico y terapéutico para explicar la crisis

Leopoldo Abadía y su teoría de los ninjas con Buenafuente

sábado, 16 de mayo de 2009

EL PRECIO JUSTO Y LA TEORÍA DEL MÁS TONTO


A nadie se le escapa que una de las particularidades que esta crisis internacional que nos azota presenta en España es su incidencia en el sector inmobiliario.

Todos hemos visto proliferar como champiñones, años atrás, inmobiliarias grandes, medianas y pequeñas. En todas las calles de todas las ciudades de España había oficinas con sus escaparates empapelados con carteles que anunciaban: “para entrar a vivir” “precioso piso” “muy luminoso”... Te llamaban a la puerta los chicos trajeados con corbatas de colores, muy educados, muy simpáticos. Te ofrecían tasar tu piso gratuitamente (“si yo no quiero venderlo, ¿para qué quiero tasarlo?” “¿No tiene curiosidad por saber cuál sería su precio de mercado?” “Pues no, majete, no quiero saberlo”). Te dejaban publicidad en los buzones, te llamaban por teléfono... Formaban parte de nuestras vidas.

Se vendían muchos pisos todos los días. Y cada vez más caros. Y de ahí comían constructores, arquitectos, aparejadores, albañiles, fontaneros, electricistas, carpinteros..., las pequeñas empresas de reformas, notarías, inmobiliarias, etc., etc.

Y comenzamos a oir hablar de la burbuja inmobiliaria, y de lo que algunos advertían que podía suponer su estallido, y muchos negaban que se fuera a producir. Pero estalló.
Al respecto de las burbujas me he encontrado esta definición de la llamada Teoría del más tonto(que a alguno le puede molestar si se siente aludido pero que, como no es mía, la publico):
La teoría del más tonto describe a las burbujas como dirigidas por el comportamiento perennemente optimista de los participantes de un mercado (los tontos) que compran activos sobrevaluados anticipando su venta a especuladores rapaces (los más tontos) a un precio mucho mayor. Según esta explicación no respaldada, las burbujas continúan hasta que los tontos puedan encontrar más tontos para pagarles por los activos sobrevaluados. Las burbujas terminarán solo cuando el más tonto se convierta en el mayor tonto que paga el precio superior por el bien sobrevaluado y no puede encontrar otro comprador que pague por él un precio más alto.

No ando muy de acuerdo con esta teoría por un motivo: en realidad sólo hay un tonto, el último comprador que no se puede convertir en vendedor. Los tontos de los eslabones intermedios hacen su negocio: compran caro y venden más caro todavía. Son colaboradores de la creación de la burbuja pero no víctimas de ella. Pero en fin, sólo es un matiz.

El resultado de todo esto es que construimos un gran castillo de naipes que había demandado mucha, muchísima mano de obra, incluso de más allá de nuestras fronteras. Con su caida, al soplido de la crisis financiera, esa mano de obra se ha convertido en millones de parados.

Una de las lecciones que hemos de aprender de esta crisis como ciudadanos es que debemos tratar de pagar por las cosas un precio razonable para no alimentar la economía especulativa, para no participar en la teoría de los tontos. Y una de las funciones que deben desempeñar los gobiernos es detectar y paliar la especulación, aunque para muchos signifique una injerencia del estado en la economía de libre mercado.
Y esa lección coincide con otra de las que nos deja el vídeo de Annie Leonard “La historia de las cosas”. Ella también nos enseña a pagar por las cosas un precio razonable, aunque en este caso no hablamos de gastar menos sino de gastar más (y eso siempre es más difícil). Se trata de hacer uso, por ejemplo, de las tiendas de comercio justo. Son pocas, deberían multiplicarse. El comercio justo implica que todos aquellos que participan en la puesta en el mercado de un producto sean retribuidos dignamente y realicen su trabajo en buenas condiciones laborales. Es obvio que esto encarece el producto, pero hay que entender que es el precio razonable. El comercio justo garantiza además el respeto al medio ambiente y contribuye a la redistribución de la riqueza. Y muy bueno sería que la competencia de las tiendas de comercio justo forzara a las grandes multinacionales a desechar la idea de "externalizar costes". Os dejo una relación de tiendas de comercio justo en España.
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martes, 5 de mayo de 2009

LA HISTORIA DE LAS COSAS (de Annie Leonard)

Soy ignorante de muchas, muchísimas cosas. Una de ellas es la economía. Toda la vida quejándonos de la inflacción y resulta que, cuando los precios bajan y yo digo “por fin, una buena noticia”, nos cuentan que llega la deflacción y es peor todavía.

Por tanto, me cuesta entender el origen de este crisis cruel que nos azota. ¿La avaricia de los bancos que los ha “enmerdado” y ahora no sueltan un euro a quienes necesitan financiar sus negocios?, ¿la burbuja inmobiliaria que por fin estalló y ha pringado a todo el mundo?, ¿el miedo a invertir, a consumir y el instinto de guardar por lo que pueda pasar?

Sólo sé que algo tendrá que cambiar cuando salgamos de ella. Hemos creado un sistema basado en el consumismo que habrá que ir desmontando poco a poco. Fabricamos productos ideados para ser reemplazados por otros en breve plazo de tiempo por no tener calidad, por dejar de ser modernos en meses o por los vaivenes de la moda.

Cambiamos de teléfono móvil cada año. ¿Es que no nos funciona? Lo hace perfectamente pero los hay muy baratos con la pantalla más grande y con más funciones ¿pero no era para hablar?. Cada vez que renovamos nuestra tecnología o nuestro vestuario estamos dando de comer a unas cuantas personas (aunque el porcentaje que se llevan de nuestro dinero no es proporcional al esfuerzo dedicado a ponerlo en nuestras manos). Y ahí está la maldita trampa de este sistema: si dejamos de consumir dejamos también de dar de comer a mucha gente. Casi todos participamos en la extracción, elaboración, distribución o venta de productos que han de ser consumidos y nos vemos afectados cuando el consumo disminuye. Pero con esta voracidad no sólo estamos consumiendo lo que nos venden en las grandes superficies, sino también nuestros recursos naturales. Y podemos llegar al día en que sea demasiado tarde rectificar.

Os dejo un vídeo delicioso aunque preocupante y que habla de todas estas cosas. Es de Annie Leonard y se llama LA HISTORIA DE LAS COSAS. Lo encontré en el blog de Francisco Alvarez Molina, (http://noledigasamimadrequetrabajoenblosa.blogspot.com/) quien, entre otras cosas, ha sido vicepresidente de la bolsa de Madrid o Consejero-director de la de Valencia y que ahora tiene un espacio de economía en RNE.

El vídeo dura 21 minutos. Ya sé que todos andamos un poco mal de tiempo, pero vale la pena verlo entero. Si os falla lo podéis ver en este enlace que os llevará al blog de Francisco Alvarez Molina



jueves, 30 de abril de 2009

ENRIC DURAN, UN ROBIN HOOD ACTUAL

Hace unos meses acudí a un teatro de Valencia para recoger unas invitaciones que me tenían preparadas. El encargado de entregármelas, después de saludarme, subió unas escaleras que conducían al despacho donde las tenía, pero algo le entretuvo por el camino y se olvidó de mí por completo. Mientras tanto, entablé conversación con uno de los empleados del teatro. No sé cómo empezó la charla ni cómo derivó a este tema, pero el caso es que me contó que había escuchado en la radio la entrevista a un tío que decía haber conseguido timar a los bancos una burrada de dinero, que lo había hecho por principios y que lo había repartido todo entre organizaciones sociales. El se había quedado un euro, que era lo que necesitaba para vivir (¡qué suerte! Dije yo) .

Cuando era pequeño tenía una colección de historias de Walt Disney que leía y releía una y otra vez. Pero sin duda mi preferida era Robin Hood, que en la versión de Walt Disney lo encarnaba un simpático zorro.Por eso me gustó la historia que me contó este chico. Me sorprendió no haberla escuchado antes y no me preocupé por indagar demasiado por si la realidad, como tantas otras veces, estropeaba un relato que me gustaba cómo me lo habían contado. Creo que hasta imaginaba al timador con cara de zorro.

Pero hoy me he decidido a buscar en google, y me he encontrado la historia de Enric Durán, un tipo de cuyas ideas y medios alguien discrepará, pero sin dejar de reconocer que aquel que se juega su pellejo por principios y sin caer en la tentación de sacarle provecho merece como mínimo nuestro respeto y reconocimiento.
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viernes, 24 de abril de 2009

CAMPS Y LAS AMISTADES PELIGROSAS

Estoy tremendamente enfadado. Sí, estoy enfadado con mis amigos. Porque nunca me dicen cosas tan bonitas como “te quiero un huevo”, ni me juran lealtad ni me mandan tarjetones para felicitarme la navidad. ¡Qué cabrones!

Sabéis de qué estoy hablando, ¿verdad? Francisco y Alvaro nos han dado una gran lección de amistad y de cariño. “Te sigo queriendo mucho” decía Alvaro, “te quiero un huevo” y “quiero que nos veamos con tranquilidad para hablar de lo nuestro...que es muy bonito”, decía Francisco (no, que nadie piense mal. Ya sé que estos términos son muy habituales en recién enamorados pero aquí sólo hay amistad. Francisco y Alvaro son dos hombres y, al menos el primero, de profundas convicciones católicas). Y tan amigos son, que Alvaro le hace regalitos a Francisco y a su familia, porque los quiere a todos un montón. Los míos sólo me regalan algo cuando hacemos el amigo invisible, y no pasa de 15 euros, vaya fastidio.

Pero que nadie saque otras conclusiones. Los regalos que tanto entusiasmaban a Francisco y a Isabel –su mujer- (“te has pasado 20 pueblos”, decía ella) son una muestra más de la generosidad de un amigo y de su agradecimiento: “fíjate, fíjate si te debo” le decía Alvaro a Francisco.

No sé a qué se deberá tanto agradecimiento, imagino que algún día Francisco se quedó con los niños de Alvaro, le invitó al fútbol, le ayudó a hacer la declaración de la Renta o quizás le presentó a una amiga a la que es una delicia tener en la cama. No lo sé, pero de bien nacidos es ser agradecidos, ¿o no?.

Quien piense que no ha sido por este tipo de favores que suelen hacerse los amigos sino que tiene más bien algo que ver con los contratos por valor de más de 5 millones de euros que se ha llevado la empresa de Alvaro, Orange Market, en los últimos 4 años, a costa de los contribuyentes y de otros contratistas, es un mal pensado. Ya sabéis, “cree el ladrón que todos son de su condición”.

Pero no estaría mal que para apagar esta serie de comentarios, difamaciones, mentiras y habladurías, Francisco, que suele tener muchos micrófonos a su alrededor, y que, según Alvaro, atesora un gran “caudal y facilidad de palabras” abriera la boca y lo aclarara todo. Porque, si bien es verdad que tendrá que hacerlo ante el Tribunal Superior de Justicia de la C.V. (no tendrá otro remedio), no es menos cierto que los ciudadanos quieren oir ya una explicación (más allá de que todo es un montaje) bien en las Cortes, bien ante las preguntas de la prensa (en los dos foros sería la hostia). Es una lástima que a Francisco le hayan molestado siempre tanto las preguntas, como podéis comprobar en este enlace.

Su antecesor en el cargo, compañero de partido y rival personal, Eduardo Zaplana, quizás pueda explicarle cómo salirse de rositas cuando te pillan un comentario inoportuno en unas escuchas telefónicas (ya sabéis, “estoy en política para hacer dinero”). La frase no le impidió presidir la Generalitat ni ocupar un Ministerio.

En todo caso, no será tan importante todo este lío, pues en canal 9, la televisión valenciana, no dicen nada.
Para quien ande un poco perdido, aquí está la conversación publicada por El País:
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domingo, 19 de abril de 2009

MANOLO Y EL PEZ GORDO

Manolo había sido miembro de la Guardia de Asalto, un cuerpo de seguridad del Estado creado en tiempos de la II República. Al finalizar la Guerra Civil sólo unos pocos de los integrantes de la Guardia de Asalto superaron los expedientes de depuración y continuaron en el nuevo cuerpo de policía del Régimen de Franco (la Guardia de Asalto se había mantenido fiel a la República). De los restantes, unos se buscaron la vida haciendo o intentando hacer otras cosas y otros, los peor parados, los que tuvieron mayor implicación con el gobierno de la República, pasaron a engrosar las listas de represaliados por el franquismo.

Manolo no fue de los que peor suerte corrió, y encontró trabajo de acomodador en la plaza de toros de Valencia. Pero como muchos otros, vivía con el miedo en el cuerpo de que cualquier día llamaran a su puerta y se lo llevaran preso porque, aun no habiendo tenido una actividad política pública, la gente de su alrededor sabía perfectamente que era un hombre de izquierdas.

Manolo estaba ocupando el lugar en las gradas que le correspondía en un día de corrida, y que era cerca, muy cerca del palco de autoridades, cuando percibió que alguien desde ese palco le miraba con insistencia. Manolo comenzó a sudar de nerviosismo y a imaginarse la peor de las situaciones “este pez gordo se me lleva por delante”. Su corazón cambió de ritmo cuando el pez gordo lo hizo llamar y ante él tuvo que acudir, pese a que sus piernas no querían caminar.

- ¿No sabe quién soy yo?
- No, no lo sé
- ¿No se acuerda de mí?
- No, la verdad es que no.

El pez gordo le contó que, años atrás, lo llevaron preso a la comisaría en la que había prestado servicios Manolo. Y allí le estaban sometiendo a algo más que un amable interrogatorio cuando entró él -el en ese momento acomodador- hecho una fiera –porque tenía muy mal genio- y gritando que mientras él estuviera en esa comisaría allí no se iba a maltratar a nadie, fuera quien fuera.

Manolo asentía, dando por ciertos los hechos que relataba el pez gordo y temiendo todavía por la resolución de esta conversación. Se quedó más tranquilo cuando el pez gordo le dijo, extendiéndole una tarjeta de visita:

- Quiero que sepa que estoy muy agradecido por lo que usted hizo por mí aquel día. Si alguna vez necesita algo, sea lo que sea ¿eh? lo que sea, sólo tiene que venir a verme.
Y le estrechó la mano con fuerza.

Cuando Manolo se despidió de este hombre, con el pulso ya recuperado y el color ocupándose de volver a extenderse por su piel, leyó en la tarjeta recibida que había estado hablando con don Adolfo Rincón de Arellano -el, en ese momento, Presidente de la Diputación Provincial de Valencia y que, posteriormente, entre 1958 y 1969, se convertiría en alcalde de Valencia-.

Manolo no lo pasó muy bien todos esos años. La crisis en aquel entonces era la situación habitual del país y él vivía con su mujer y su única hija realquilado en casa de unos amigos. Y es por eso que alguna vez su mujer le propuso que acudiera a aquel hombre. Su respuesta fue siempre un rotundo no.

En los últimos años de vida de Manolo, nuevamente su mujer y muchos allegados le volvieron a insistir. Esta vez el motivo era distinto. Adolfo Rincón de Arellano compatibilizaba su carrera política con su actividad como cardiólogo, siendo uno de los especialistas de mayor prestigio en España. Y a Manolo, el tabaco le había respetado los pulmones pero le había minado el corazón.

Hubiera sido un final feliz contar que el pez gordo acabó salvando el corazón de Manolo pero no fue así porque ni siquiera le dejó intentarlo. Manolo siguió diciendo que no y murió en 1959. ¿Dignidad? ¿Orgullo? ¿Las dos cosas? Sólo sé que mi abuelo Manolo Martínez, al que nunca conocí, me demostró que hay que tener principios aunque no les saquemos partido, y respetar a todo el mundo sin esperar nada a cambio.
Estoy seguro de que Adolfo Rincón de Arellano, al que veis en la foto, también fue un gran hombre. Y hasta creo que fue un buen alcalde. Murió hace 3 años, a la edad de 96.


martes, 7 de abril de 2009

QUE EMPIECE LA DISCUSIÓN: EpC

Hemos tratado en el anterior tema propuesto de la educación en el ámbito familiar. Como parece que hay bastante unanimidad en nuestros planteamientos y compartimos también, aunque con matices, las mismas conclusiones, he querido dar un paso más en el debate sobre la educación de nuestros hijos, más allá de la encomendada a los padres.


Con el propósito de introducir la discusión quiero hablar de un tema polémico, que seguramente provocará menos palmaditas en la espalda de los habituales y entusiastas comentaristas de este blog. Se trata de la asignatura Educación para la Ciudadanía.


Os he de decir que nunca he entendido la oposición tan grande que algunos sectores mantienen a esta asignatura, concretamente la Iglesia, algunas asociaciones de padres católicos y el partido popular. Sabéis que el gobierno de la Comunidad Valenciana, no pudiendo incumplir una legislación que obliga a todo el Estado, la ha boicoteado regulando su impartición en inglés. En las aulas, cuando se imparte, hay, junto al profesor, un traductor, pese a que los mismos profesores de inglés llevan tiempo demandando más medios humanos para impartir la enseñanza del idioma.


He entrado en algunos blogs y webs contrarios a la asignatura y, aparte de muchos comentarios, manifiestos, enlaces y propaganda, no he encontrado el contenido mismo de EpC. Como no quiero caer en el mismo error, os dejo el enlace al programa, tal y como lo regula el Real Decreto que la crea. Porque me parece absurdo opinar sobre opiniones, como hacen otros, sin acudir a la fuente de la discordia, siendo que está tan al alcance como está. Y no sé si pensar que en el mismo desconocimiento de la ley está el motivo de su rechazo.


Publicar este nuevo tema no implica cerrar el anterior, que aun estaba vivo. Me gustaría que siguiérais publicando las opiniones e inquietudes que hayan quedado pendientes.


viernes, 3 de abril de 2009

¿QUÉ HEMOS HECHO LOS PADRES?

El otro día Isabel fue de compras al supermercado con nuestras hijas, de 5 y 3 años, y un amiguito de la mayor. Cuando llevaban allí un rato, por las risitas de los niños comprendió que estaban tramando algo. Al pasar por caja les preguntó “No habréis cogido nada, ¿verdad? Porque si habéis cogido algo habrá que pagarlo” “No, no llevamos nada” decían con las manos en los bolsillos los ingénuos. “¿Seguro?” “Seguro”. Así que Isabel pagó a la cajera y todos salieron a la calle.
Camino de casa del amiguito de mi hija, Isabel, sabía a ciencia cierta que algo se habían llevado, de manera que les advirtió “no está bien llevarse nada que no hayáis pagado, eso es robar, así que si habéis cogido algo lo mejor es que lo digáis. No me enfadaré por ello pero sí si me mentís”. Después de insistir un poco en el mismo discurso, la mayor y su amigo acabaron reconociendo que habían sustraido algunos cromos de los que van pegados en las tapas de los yogures. Como llegados a ese punto ya habían alcanzado la casa del amiguito de mi hija, Isabel dejó a éste allí (no sin antes contar lo sucedido al padre del niño y anunciarle su plan de acción por si quería compartirlo).
Isabel le explicó a Leire, nuestra hija, que debían dirigirse nuevamente al supermercado a devolver los cromos. Se puede imaginar la reacción de la niña. “No, por favor, mamá, no me hagas hacer eso” suplicaba. “Sí, cariño, cuando decides hacer algo tienes que saber que tiene unas consecuencias” “¿A ti te gustaría que compráramos nosotros los yogures y no estuvieran los cromos que coleccionas porque se los hubiera llevado algún niño?” Evidentemente, mi hija lo estaba pasando muy mal. Y no porque fuera a perder los cromos (que en ese momento le importaban un pepino) sino porque estaba avergonzada y temía la reacción de la cajera. También es evidente que Isabel lo estaba pasando muy mal porque a nadie le gusta ver sufrir a sus hijos. Ya en el super, Leire tuvo que explicarle a la cajera que había vuelto para devolver los cromos que se había llevado sin pagar (por supuesto que lo dijo con un hilillo de voz, muy avergonzada). “No lo harás más, ¿verdad?” preguntó la cajera. “No”.
Tanto Isabel, que pienso que lo hizo todo perfecto, como yo cuando tuve oportunidad, le dijimos que había sido muy valiente al haber devuelto lo robado y aunque no nos había gustado nada pero nada, nada, nada que se llevara los cromos también estábamos muy contentos porque había sabido asumir su responsabilidad.

Hablando del tema con otras personas nos hemos dado cuenta de que esto de robar en la tienda es un hecho muy corriente entre los niños que se suele dejar zanjado, como mucho, con una reprimenda de los padres. Más o menos la misma que se utiliza para que se acaben la cena o hagan los deberes. Creo que hemos dejado de lado la educación en valores. Nos preocupa mucho más que nuestros hijos aprendan inglés, alemán y ruso, estudien en la facultad y sean los más listos, los más guapos y los que mejor juegan al fútbol que sean solidarios, generosos o justos. Es más, a veces podría parecer que serlo fuera un inconveniente a la hora de ganar la carrera de la competitividad (que muy a menudo se gana poniendo zancadillas).

Quería reflexionar acerca de la educación de nuestros hijos, pero me he acordado de un artículo que publicaba hace algunos meses el boletín que edita el colegio de mis hijas. Es del psicólogo Jaime Fuster Pérez. Lo copiaré tal cual pues lo suscribo a principio a fin, y así me ahorro la redacción. Hago mías sus ideas:


¿QUÉ HEMOS HECHO LOS PADRES?”

Sencillamente hemos abdicado.
Hemos abdicado de padres y pretendido ser amigos, sin pensar que los amigos se eligen y los padres se precisan.
Hemos abdicado de fijar los límites de acción de nuestros
hij@s a su propia voluntad del momento.
Hemos abdicado de enseñarles cómo es la vida para mostrarles sólo postales de color rosa.
Hemos abdicado de mostrarles cómo es la sociedad con que se van a encontrar, para engañarles con una total tolerancia e incluso lo que es peor, sumisión a todos sus deseos.
Hemos abdicado de estimularles al esfuerzo, dándoles la merienda antes de que la pidieran, llevándoles la mochila del cole sin que se hagan conscientes del peso innecesario que le van metiendo.
Hemos abdicado de que aprendan a compartir y nos hemos sacado el caramelo de la boca para que
ell@s lo chuparan, cuando sólo había uno.
Hemos abdicado de mandar cuando se precisa, haciéndoles pensar que así sería su futuro.
Hemos abdicado de permitirles que vivieran alguna frustración, apoyándonos en una teoría en vigor en los EEUU hace 20 años y que ya está absolutamente desprestigiada y obsoleta, sin caer en la cuenta de que en la vida vivimos tantas frustraciones que aprender a soportarlas o a resolverlas es imprescindible. Y que nosotros podemos enseñárselo progresivamente.
Hemos abdicado en el colegio para que allí tomen la responsabilidad de su educación sin pensar que es algo permanente, constante y que precisa la colaboración máxima de
tod@s cuantos en ella intervienen. Incluso de forma sistemática les hemos dado la razón cuando nos han dicho: “el profe me tiene manía” y les hemos defendido, de forma en ocasiones agresiva frente al profesorado, sin querer pensar en que normalmente el profesorado no tiene manía y normalmente también, los niños y niñas hacen normales trastadas...
Hemos abdicado en la Tele, para que les entretenga y tener así
nosotr@s más libertad, más tiempo, sin pensar, o lo que es peor sin dar importancia a lo que allí ven: series que no por ser de dibujos dejan de ser terriblemente agresivas, películas con personajes amorales que presentados como atractivos y simpáticos van a ser modelos para nuestr@s hij@s, olvidando que los niños y niñas aprenden por observación.
Teniendo un mínimo de paciencia y analizando veremos en un día cuántas proyecciones hay en que no salgan asesinatos, odios, violaciones, robos... Nos asombraremos. Y eso no es la vida pero de eso se aprende y se pasa a considerar normal.
Hemos abdicado de... Hemos abdicado en... Nuestra lista podría ser larga.
Quizás podamos reflexionar. Quizás aún nuestra abdicación no sea definitiva y podamos volver a ser padres.
Jaime Fuster Pérez. Psicólogo.

jueves, 26 de marzo de 2009

EL MIEDO PROGRAMADO

Me encontraba la semana pasada en un pueblecito del pirineo francés al que había acudido para visitar una casa en venta. El propietario no estaba y una señora nos avisó de que quizás en el bar del pueblo tuvieran llave. Allí acudimos y, efectivamente, el dueño del bar me la entregó de inmediato. Yo me quedé un poco parado, como esperando algo más. Le dije ¿no me la va a enseñar nadie? ¿voy a verla yo solo? “Yo no puedo, estoy trabajando. Luego me la devuelves”, me dijo este hombre. Y así nos fuimos, llave en mano, a visitar la casa en venta. Una vez allí, comprobé que no había cosas de gran valor pero sí algo de ropa, botas de montaña, un equipo de música, algunos muebles, cds… Cuando devolví la llave tan sólo me preguntaron si había apagado la luz del último piso. “Muchos se la dejan encendida”. Entonces constaté lo que ya imaginaba, que aquello no había sido una excepción en el sistema de visitas de esta casa.
Luego recordé que hace unos cuantos años ya me había sorprendido, justo en un pueblo vecino, que las casas estuvieran abiertas o con las llaves puestas por fuera.
No sé si se trata de un exceso de confianza (en la ciudad lo sería, sin duda) pero qué gusto vivir con ella. Qué gusto no andar con recelos todo el día, sospechando de unos, temiendo de otros. Qué sosiego, qué paz.

En el garaje de mi casa -vivo en Valencia- tengo que candar la bici y también el sillín desde que éste me voló en una ocasión. También desapareció la antena del coche y un casco de la moto que, confiado, había dejado sobre su asiento. No son grandes pérdidas pero me producen la incomodidad de tener que andar candándolo todo y el desasosiego de desconfiar de todos, porque sé que los ladronzuelos son vecinos (y no me consta que tenga vecinos que pasen hambre).

Me encuentro en un punto intermedio, no sé si equidistante, entre la plácida confianza de los habitantes de este valle francés y el miedo casi paranoico que a veces contemplo a mi alrededor. No es bueno vivir con miedos y los medios no ayudan (no es un juego de palabras). Demasiadas malas noticias, demasiados accidentes, atracos, violaciones o asesinatos leemos en los periódicos y, sobre todo, vemos en la televisión, que nos dan una imagen hipertrofiada de la realidad.
Pero no es nuevo. No creo que los medios de comunicación utilicen el miedo para manipularnos sino tan sólo para venderse mejor, porque saben que somos morbosos y nos gusta la sangre. Pero el miedo siempre se ha utilizado para fines más viles. La Iglesia católica sabe mucho de eso y ha fomentado el terror al infierno, al diablo, al limbo, a la hoguera, a la prisión, a la censura, a los rojos, a los granos pajeros, a la ceguera, al sida, a la ruptura de la familia o, quizás a la extinción de la especie humana (porque no sé cómo interpretar el último anuncio anti-aborto que ha promocionado).
Los gobiernos también han usado esta arma y no sólo los llamados totalitarios. La Administración Bush manejó a su pueblo a su antojo usando como arma principal el pánico al terrorismo. Crearon incluso una clasificación por colores; la alerta roja, naranja o verde de amenaza terrorista le decía a los norteamericanos el nivel de terror que debían sufrir. El miedo es el mando a distancia con el que Bush manejó a su pueblo y le permitió ganar por segunda vez las elecciones. En ese país, además, el miedo al vecino constituye la principal fuente de ingresos de la industria armamentística. En EEUU el miedo mata.
Ese mismo temor se fabricó para justificar una guerra y un presidente nuestro llegó a decir ante las cámaras de televisión, en directo y en horario de máxima audiencia, mirando a los ojos de su entrevistador y con semblante preocupado aquello de “créame usted y créanme todos los españoles que estoy diciendo la verdad. Irak tiene armas de destrucción masiva”. Desde entonces, daba igual que en España murieran en dos semanas por accidentes de tráfico el mismo número de personas que morirían después en el atentado del 11-M; daba igual que cada año caigan por ese mismo motivo en todo el mundo cientos de torres gemelas; a la gente le sigue dando miedo su vecino marroquí mientras conduce su coche a 180 km/h.

Los maltratadores someten a sus parejas mediante el miedo a la agresión; los jefes a los empleados mediante el miedo al despido, los hijos a los padres con el miedo al rechazo, etc.

El miedo es natural. Es un instinto de supervivencia que nos permite huir cuando hay un peligro. Y es natural temer a la muerte, a la enfermedad o a la vejez. Pero carguemos en nuestras maletas las justas dosis y no compremos las que nos venden porque, como dice Carlos, mi cuñado, los cobardes nunca se llevan las chicas guapas.

Por cierto, para el que lo quiera, vendo mis miedos. Los regalaría pero quiero comprarme una casa en los Pirineos.

lunes, 23 de marzo de 2009

LA INFIDELIDAD (SEXUAL)

Antes de cerrar el tema de la infidelidad (porque tengo que cerrarlo, que este blog no trata tan solo este tema, al margen de que sigáis escribiendo comentarios, que me encanta) quiero trasladar este artículo que me he encontrado por Internet. Me gustaría poder deciros quién es el Dr. Raúl E. Martínez M. pero no he logrado averiguarlo. Él nos habla en su artículo de diversos estudios sobre la infidelidad sexual y su incidencia en cifras tanto en hombres como en mujeres a lo largo del tiempo.
Aparte de las cifras que nos muestra, me quedo con el primer párrafo y la última frase. Los he remarcado en azul. Son los que me dan más a pensar.
Aquí lo tenéis:
Dr. Raúl E. Martínez M.
En sentido estricto, la infidelidad implica la ruptura unilateral de cualquier compromiso asumido consciente y voluntariamente. En esta perspectiva, cualquiera acción u omisión que afecte adversamente a algunos de los términos explícitos del contrato matrimonial o los implícitos de un convenio no legal ("pololeo", noviazgo o convivencia) podría y debiera calificarse como conducta infiel. Sin embargo, la infidelidad sexual es la única que se juzga habitualmente con suficiente importancia como para justificar una ruptura de pareja, los sentimientos de culpa o la ira, la depresión y la venganza. Sin duda, la importancia concedida a esta infidelidad guarda relación con la importancia hipertrofiada que se concede al sexo y la supuesta estrecha relación constante con otros afectos, los que además se suponen de una magnitud prefijada, que impediría amar a más de una persona, o de un tipo tan exclusivo que se cree no podría experimentarse de forma diferente por distintas personas.
Reibstein y Richards (1993) señalan los tres enfoques posibles respecto a lo que significa una infidelidad sexual/afectiva en el matrimonio: a) es síntoma de que algo anda mal en la relación de pareja y que lo faltante en éste sería lo que se busca en la relación extramarital, b) es indicadora de que el matrimonio es satisfactorio, que no sofoca a sus miembros y que por tal circunstancia una infidelidad lo reforzaría, y c) no tiene ninguna relación directa con la vida estable de pareja, así como no podría afirmarse que la dedicación al trabajo o las relaciones amistosas resten algo esencial al matrimonio.
Fisher (1996) revisa las cifras de mujeres y hombres norteamericanos infieles, buscando los posibles cambios ocurridos a lo largo del tiempo en función de los nuevos entornos sociales. En la década del 20, Hamilton descubrió que el 28% de hombres y el 24% de mujeres había incurrido en infidelidad, mientras que Kinsey y sus colaboradores a fines de la década de los 40 e inicios de los 50 informaban de algo más del tercio de hombres y el 26% de las mujeres (antes de los 40 años de edad). Aunque 20 años más tarde los porcentajes no habían cambiado notablemente, si emergían dos fenómenos nuevos: las primeras aventuras sexuales de hombres y mujeres ocurrían más tempranamente y se daban pasos hacia la visión igualitaria de unos y otras. Datos más recientes (Wolfe, 1981) señalan que el 54% de las mujeres casadas participantes en un estudio, se habían comportado infielmente, mientras que había hecho lo propio el 72% de hombres casados.
De su estudio con 100.000 mujeres, Tavris y Sadd (1980) concluyen que: a) no ha variado substancialmente el número de mujeres casadas que sostienen relaciones extraconyugales desde el estudio de Kinsey y sus colaboradores, aunque ahora las inician más temprano; b) la mayoría de las mujeres infieles manifiestan estar aburridas o sexualmente insatisfechas en su vida matrimonial, pero una minoría no despreciable disfruta por igual de su marido y su/s amante/s; c) las mujeres de ahora tienen un número similar de amantes que las de épocas previas, pero prefieren las aventuras esporádicas por sobre las relaciones afectivas prolongadas; d) las mujeres creen que se sentirán más culpables de lo que, una vez ocurrida la infidelidad, se sienten realmente; e) la doble moral permanece pero los comportamientos de hombres y mujeres respecto a la infidelidad son cada vez más similares; f) la religiosidad continúa actuando como fuerte inhibidor de las relaciones extraconyugales, pero ésta tiende a ser menos eficaz con las mayores edades de la pareja y duración del matrimonio y el aumento de las oportunidades; g) la mayoría de las esposas norteamericanas han sido y son monógamas y quieren mantenerse de ese modo. Todos estos datos son referidos a inicios de la década de los 80.
Botwin (1994) caracteriza a quienes llama mujeres "pioneras" (que corresponden a una minoría de las actuales infieles) en cuanto a las relaciones extraconyugales, que se comportan en este ámbito de un modo más bien masculino: 1) están felizmente casadas; 2) son capaces de separar afecto amoroso y sexo; 3) acusan experimentar, como base de inicio de sus infidelidades, la sola atracción sexual sin valorar necesariamente otros aspectos del hombre como su personalidad o el tipo de relación (amistosa por ejemplo); 4) se relacionan con amantes más jóvenes que ellas; 5) pueden concretar una infidelidad sobre los 50 o 60 años; 6) se atreven a plantear sus intenciones a quienes les interesan; 7) son capaces de alternar experiencias extraconyugales fortuitas y breves con relaciones más profundas y duraderas; 8) se sienten poco o nada culpables; 9) aprecian el alto nivel de excitación general que les produce la relación infiel; 10) sienten que la libertad sexual va a la par con la libertad económica de que disfrutan; 11) reclaman el espacio concedido por el desliz, para aliviarse de sus muchas responsabilidades. Fisher (1996) manifiesta su oposición a las interpretaciones de la biología y la psicología evolucionistas favorables a la mayor tendencia de los hombres hacia la infidelidad y sin abandonar esa perspectiva teórica señala que probablemente la mujer, tanto como el hombre, está predispuesta a la infidelidad en la medida que sus ancestros también se comprometieron en episodios de intimidad sexual al margen de su monogamia porque le reportaron beneficios en la forma de mayores y más variados recursos de diferentes hombres, mejores genes de quien se manifestaba más agresivo sexualmente, mayor seguridad de tener parejas disponibles si es que uno de los hombres abandonaba el hogar o fallecía, y mayor variedad de hijos que asegurasen su sobrevivencia genética.
Por las circunstancias sociales en las que ocurren y sus múltiples y dramáticas posibles consecuencias, es probable que asuman características particulares los amantazgos (relación infiel) de mujeres u hombres casados con hombres y mujeres de igual o distinta condición civil. Obviamente, resulta más perturbador para los implicados y el entorno social, la ocurrencia del amantazgo entre casados y entre casados y solteros, siendo menores los efectos de los episodios entre solteros. Los impactos psicológicos pueden ser de variada magnitud, en función de las características de las personas implicadas y las del amantazgo (duración; ámbito de relación preferente, ya sea intelectual, afectivo o sexual; el tiempo de dedicación, etc.).
Aún cuando la mayoría de los episodios de infidelidad involucran alguna intimidad sexual, debe saberse que un número no despreciable se puede describir mejor como situaciones de infidelidad afectiva, sea porque no incluyen manifestaciones físicas eróticas y/o porque sus factores causales no son de índole estrictamente sexual. Sin embargo, al margen de esta consideración, una infidelidad puede ser un episodio altamente traumático para quien hasta ese momento ha confiado plenamente en su pareja, siendo difícil y a veces imposible la reparación psicoterapéutica. En contra de lo que pudiera suponerse, el/la infiel puede también sufrir un intenso sentimiento de culpa cuando no ha habido premeditación sino la mera conjunción casual de circunstancias favorables para la ocurrencia del hecho. De ocurrir, tal emoción muy destructiva se une a la incapacidad para convencer al otro de que el episodio de infidelidad no compromete lo esencial de su afecto y su compromiso. En realidad, ¿quién, si se ha sentido burlado, podría creer sin más en que el arrepentimiento es muy sincero y por lo tanto volver a confiar? A pesar de toda la crítica social, no son pocos los que, con una visión comprensiva y realista están llamando a reconocer la nueva "institución" del amantazgo como aquélla en que pueden tener lugar honestas, heroicas y desinteresadas entregas afectivas y/o sexuales, y que pueden incluso paradojalmente facilitar que un matrimonio sobreviva al desencanto.

viernes, 13 de marzo de 2009

DE MONOS A RATONES (Y SIN CAMBIAR DE TEMA)

Calvin Coolidge fue presidente de los EE.UU entre 1923 y 1929. Cuentan que en una visita que realizó con su esposa a una granja avícola, la Sra. Coolidge preguntó cómo podían producir tantos huevos habiendo tan pocos gallos. El granjero explicó que sus gallos cumplían con su deber docenas de veces al día.
“Quizá debería hacérselo saber al Sr. Coolidge” respondió en alto la primera dama.
El presidente, que oyó el comentario, preguntó al granjero “¿los gallos cubren a la misma gallina cada vez?” “no” contestó el granjero “hay muchas gallinas para el mismo gallo”. “Quizá debería hacérselo saber a la Sra. Coolidge” contestó el presidente.

Esta anécdota, que no sé si realmente existió, dio nombre al llamado efecto Coolidge. El efecto Coolidge es el hecho de que un macho, cuando copula, y se vuelve incapaz de continuar la cópula con una pareja sexual, puede a menudo reanudarla con una nueva pareja. Esto es lo que venía a demostrar un experimento llevado a cabo (esta vez con ratones) en 1988. Aunque inicialmente se pensó que se daba sólo en machos, investigaciones posteriores demostraron que el efecto se da también en hembras.

Creo que ya superamos aquella pregunta de ¿debe darse el sexo sin amor? Casi todos tenemos claro que sí, aunque alguien piense que si se da con amor, mucho mejor, o al menos con un poco de cariño. La pregunta siguiente que yo formularía es ¿puede darse el sexo fuera de la pareja? Es decir, ¿con alguien que no es tu pareja estable? Yo creo que hay en conflicto dos voluntades: una, la de seguir viviendo en un espacio seguro emocionalmente en el que además estás a gusto porque la persona con la que lo compartes te gusta, la quieres y tienes con ella proyectos comunes*. De otra parte, el deseo de tener sexo con otras personas, la llamada de los genes, de las hormonas, de los escotes, las minifaldas o los calendarios de bomberos. Esa lucha entre esas dos fuerzas se da y yo me atrevería a decir que en todas las parejas. Más tarde o más temprano pero se da.
¿Cuál es la forma más sana de conciliar estas dos voluntades? ¿Debemos renunciar a una vida feliz para poder tener sexo con otras personas? o ¿debemos renunciar a tener sexo con otras personas para salvar nuestra vida feliz? ¿Y si con esta renuncia nuestra vida no acaba siendo tan feliz como pensábamos? ¿Podemos seguir siendo felices con nuestra pareja practicando sexo con otras personas sin sentimiento de culpa y sin tener que dar explicaciones a nadie? ¿Por qué aun aceptando la infidelidad nos pone tan celosos pensar que nuestra pareja pueda estar con otra persona?
Joder, qué pesadito me he vuelto con tanta pregunta.

*Doy por hecho que si en la pareja no se dan las condiciones de las que hablo (tener un proyecto común, quererse, gustarse...) lo mejor es dar por terminada la relación (no pienso hablar de hijos e hipotecas)
Como ya anuncié (y a petición de Bonsai) os he dejado una nueva encuesta. Sed sinceros que es anónima.

martes, 10 de marzo de 2009

EL MONO QUE INTENTÓ ALCANZAR LAS BANANAS

Esto de los experimentos me está resultando interesante. El que voy a contar a continuación hace tiempo que lo conozco, posiblemente vosotros también, y explica el poder de las costumbres en la sociedad. Espero que a Anita no le parezca cruel esta vez (no te enfades, que es guasa).
Tenemos 6 monos en una jaula. En medio, y sobre una escalera, se sitúa unas bananas. Cada vez que uno de los monos intenta alcanzarlas una manguera de agua a presión se acciona contra el grupo. Así, una y otra vez hasta que los monos desisten de la idea de obtenerlas, pues ello comporta un castigo. Llegados a ese punto, se sustituye uno de los monos. Como es natural, el recién llegado trata de alcanzar la fruta deseada. Cuando lo intenta, el resto de inquilinos arremete a golpes contra él para impedir ser castigados con un manguerazo. Tras algunos intentos más, con el mismo resultado, este mono renuncia a la banana. En ese momento se sustituye otro mono. La historia se repite con éste (que es agredido incluso por el primer sustituto, quien jamás recibió manguerazo alguno) y luego con otro sustituto y con otro más y así hasta que los 6 monos son reemplazados. Ninguno de los que queda ahora ha recibido jamás un manguerazo, sin embargo ninguno intenta alcanzar el fruto deseado. De manera que tenemos 6 monos en una jaula con unas deliciosas bananas a su alcance y, sin saber ninguno de ellos el porqué, nadie trata de cogerlas (no sé si “nadie” se le puede aplicar a un animal, pero es que estos monos se nos parecen tanto...)

¿Cuántas cosas hacemos porque siempre se han hecho así? Os invito a que me contéis unas cuantas. A mí se me ocurre alguna: la fidelidad, o más concretamente, el buen concepto público, casi institucionalizado, que se tiene de ella. Estoy acabando de leer Sexualmente, el libro de Nùria Roca, una deliciosa proclama de todo lo contrario. Dice en su capítulo 20 “la fidelidad es como la monarquía, algo que sabemos que no tiene sentido, pero que no queremos cambiar. No tiene sentido que un señor sea el jefe de un Estado por ser el hijo de una persona concreta, como no tiene sentido que alguien mantenga sexo únicamente con la misma persona durante décadas. Lo aceptamos, pero que nadie me cuenta a mí que eso es normal”... “Los seres humanos evolucionamos, las mujeres hemos cambiado y ocupamos un lugar destacado en las sociedades, hay un nuevo hombre que busca su nueva ubicación en el mundo, pero la pareja sigue rigiéndose con las mismas reglas de hace siglos. ¿Será la explicación del 70 por 100 de separaciones? No será la única, pero con otras reglas es posible que algunos matrimonios pudieran salvarse. ¿El tuyo, por ejemplo? Piénsalo”

Seguramente volveré a este libro y a este experimento en más ocasiones, pero no será hoy, que cada vez me acuesto más tarde y he de madrugar.

sábado, 7 de marzo de 2009

EL EXPERIMENTO DE LA PRISIÓN DE STANFORD

Indagando sobre el experimento que nos contó Miguel Angel, he encontrado otro que también me ha parecido interesante y que nos lleva a similares conclusiones. En resumen se trata de la creación de una cárcel ficticia como escenario y la selección de un grupo experimental de 24 universitarios de clase media que son divididos aleatoriamente en dos grupos iguales: la mitad guardas, la otra mitad reclusos. De inmediato, ambos grupos asumen su rol. Los guardas someten a los reclusos a un trato vejatorio y humillante que éstos aceptan.
Tanto se fue el experimento de las manos de los investigadores que tuvo que suspenderse a los 6 días cuando estaba programado para 14.

Aunque el estudio haya sido criticado por falta de ética y porque no se ajusta a las condiciones del método científico, leer en profundidad los pormenores del mismo es para asombrarse y asustarse. Como en el caso del experimento de Milgram (el de las descargas eléctricas) se trata de evadir la propia responsabilidad moral, ya sea por tener un respaldo institucional que legitima nuestra acción o por cumplir órdenes. Pero quién no ha visto asunciones de rol similares en algún policía, en algún encargado de alguna fábrica, en algún jefecillo, en algún delegado de clase en nuestra etapa escolar, en algún funcionario o en algún cabo del ejército. ¿Quién que haya hecho el servicio militar no recuerda la mutación de roles entre recluta y veterano con la llegada de los nuevos reemplazos? Meditadlo.
Si queréis saber más sobre el experimento, hacer clic en los siguiente enlaces:

miércoles, 4 de marzo de 2009

¿LO HARÍAS? (II)

Mi amigo Miguel Angel ha aportado una variante al dilema moral que planteaba yo ayer. La cuestión que él presenta carece de la figura de la recompensa pero me ha parecido muy interesante, así como la respuesta de Bonsai. Por ello he decidido trasladar aquí ambas intervenciones desde el apartado de comentarios.

Decía Miguel Angel:
En el experimento de Stanley Milgram, en la Universidad de Yale en 1961, se seleccionaba gente para realizar un experimento sobre el aprendizaje y les decían que tenían que aplicar descargas electricas sobre sus "alumnos" si fallaban las respuestas, las descargas iban aumentando de voltaje,los supuestos alumnos estaban conchabados para fingir dolores atroces. Pues bien la mayoría de la gente llego a aplicar descargas MORTALES. No por dinero, ni por nada, solamente por que alguien se lo mandaba y la gente obedecia como Borregos, la verdad es que es desolador.

Decía Bonsai:
El experimento que comenta Miguel Angel me ha hecho reflexionar sobre ese borreguismo que tanto se ha dado y se da en los campos de concentración, en las guerras.....militares que se deben a una causa. Son botones invisibles que se aprietan lentamente, torturas, órdenes de fusilamiento, matanzas, ultrajes.... todo ello por obediencia absoluta a un esquema. Y el dilema sería ¿una causa puede anular la moralidad indidual de la persona?. Creo que no es borreguismo, es cobardía, es negar la responsabilidad personal que tenemos sobre nuestras decisiones y desviarla hacia otro lugar donde se justifiqua lo injustificable. Las personas del experimento aprietan porque piensan que no aprietan ellos.


El genocidio nazi del pueblo judío fue posible por lo que ambos apuntaban. Por borreguismo, por cobardía, por negar la responsabilidad personal que tenemos sobre nuestras decisiones, como decía Bonsai. También por miedo, claro que sí (qué gran tema el miedo). Fue posible porque muchos ciudadanos de a pie se prestaron a seguir los dictados de la propaganda nazi, pasando a formar parte de la maquinaria. Seguramente les resultó más cómodo obedecer las órdenes que cuestionarlas y fueron cómplices, por acción o por omisión, de la barbarie. Por eso admiro, como a ninguno, a Oskar Schindler. Es más o menos fácil jugársela cuando no se tiene nada que perder, él sin embargo era un industrial rico, vividor, despreocupado, que pertenecía a las SS y que hizo una gran travesía para convertirse en un héroe que salvó miles de vidas judías poniendo en juego la suya propia y dilapidando su gran fortuna. Él no eludió su propia responsabilidad cuando tenía muy fácil haberlo hecho.
Hay un refrán italiano que me gusta mucho. Dice: “¿llueve? Porco gobierno”. Somos muy dados a echar la culpa de nuestros males al gobierno, a la patronal, a los sindicatos, a los bancos, a la sociedad...lo cual está muy bien, pero nunca nos fijamos en nosotros mismos.

lunes, 2 de marzo de 2009

¿LO HARÍAS?

Me he acordado muchas veces de una cuestión moral que el profesor de ética de Isabel planteó a sus alumnos hace ya muchos años, en el instituto. Era la siguiente: si te dieran un millón de pesetas por apretar un botón sabiendo que al hacerlo moriría una persona que no conoces al otro lado del mundo, ¿lo harías?
La pregunta es comprometedora para la conciencia de cada uno. Sería fácil decir “no, por un millón no vale la pena” pero, ¿y por diez? ¿y por cien o por mil? ¿Podríamos ponerle precio a una vida humana? Ya me imagino los razonamientos autodisculpatorios de cada uno. Si entras en Google y tecleas “personas que mueren un dia” te encuentras que 2 millones de ellas mueren por falta de agua o consumo de agua contaminada, 35.000 personas mueren de hambre, 20.000 por hipertensión, 3.300 por accidentes de tráfico, 1.000 son víctimas de armas ligeras… Sumémosle los muertos por accidente, por enfermedad, por infarto, por suicidio... Sería fácil argumentar “bueno, todos lo días mueren en el mundo cientos de miles de personas. Total, una más…Todos morimos, sólo he adelantado el momento de una persona que, quizás, fuera a morir la semana que viene”
El razonamiento sería radicalmente distinto si la persona que aprieta el botón es la que está al otro lado del mundo y su víctima es nuestro ser más querido. En ese caso, su asesino sería el mayor hijoputa del planeta. Y aunque nos llamara diciéndonos "mira, macho, ya sé que es una putada pero es que me he llevado 1 millón de euros" no creo que nuestra respuesta fuera "ah, tío, haberlo dicho antes, por esa pasta ya vale la pena, hasta yo lo habría hecho". No, sin duda esa no sería nuestra respuesta.
Afortunadamente no todos tenemos a mano ese botón. Algunos sí lo tienen o lo han tenido y bien que le cogieron el gusto a eso de apretarlo. Al expresidente de lo EEUU no le pareció tan valiosa la vida de los desconocidos hombres, mujeres y niños iraquíes como la de los bien vestidos ejecutivos norteamericanos del World Trade Center y, en compañía de su corte de bufones, apretó compulsivamente ese botón como quien juega a la playstation con sus amigotes. ¿Cuál habrá sido su botín?
Os he dejado una encuesta para que penséis. Sed sinceros, que es anónima.

jueves, 26 de febrero de 2009

¿TIENES PRINCIPIOS? ¿CUÁNTO VALEN?

Hace unos meses me llamó mi amigo Javier por un problemilla con una empresa en la que había trabajado unos días. Era una de estas pesadas que te llaman por teléfono, te ofrecen regalos, se presentan en tu casa y te quieren vender el chollo de tu vida... ¿nos suena a todos, verdad? Duró muy pocos días, los justos para darse cuenta de que sus sospechas no eran infundadas: se trataba de vender artículos absolutamente innecesarios a clientes muy dispuestos a quedar engatusados por la verborrea del comercial de turno, especialmente personas mayores, mujeres y viudas.
Cuando Javier vio el percal comunicó a sus jefes su decisión de dejar la empresa. Por lo visto se llevó una bronca de cojones y no quisieron pagarle los días trabajados porque estaba en “periodo de prueba” (¿habrá empresarios que crean de verdad que el periodo de prueba ni se paga ni se cotiza?). Como no podía ser de otra manera, hoy Javier los tiene denunciados y si se llega el juicio, que no lo creo porque habrá avenencia previa, lo ganará de calle.
Siendo una cacicada la acción de estos empresarios (además de una inmoralidad la actividad de su empresa) aun me resultó más lamentable lo que a mi amigo le dijeron sus compañeros cuando se despedía y aludía a su conciencia como motivo de su renuncia al puesto. “Eres tonto –le dijeron- si no lo haces tú lo hará otro”. “Lo hará otro, pero no seré yo”, contestó.

Si Javier hubiera aplicado la célebre frase de Groucho Marx “Estos son mis principios, si a usted no le gustan, tengo otros” probablemente hoy no estaría en desempleo y a punto de agotar la prestación. Pero tampoco yo escribiendo sobre él en este blog. Olé tus huevos, Javi.

lunes, 23 de febrero de 2009

23-F: EL SECUESTRO

El otro día, pensando en el asesinato de Marta del Castillo, escribí que su ex novio confundió el amor con la posesión. Hoy, que se cumplen 28 años desde el intento de golpe de estado (¡uf!, 28 ya) no puedo más que comparar la actitud de sus promotores con la del asesino de Marta. Probablemente, si éste hubiera tenido la posibilidad de atarla a la cama para siempre, lo habría hecho, y eso es justamente lo que aquellos golpistas trataron de conseguir: atar España a la pata de su cama para hacer con ella lo que les hubiera venido en gana. Sí, ellos también confundieron su “amor” por España con la idea de hacerla suya. Para ellos en particular, y en general para todos aquellos que gustan de apropiarse de la palabra patria, escribió estas letras Víctor Manuel:

cuando hablen de la patria
no me hablen del honor
no me cuenten batallas
ganadas cara al sol
tal vez si me contaran
que no importa el color
ni el sexo, ni la raza
o el bando en que luchó
cuando hablen de la patria
no me hablen del valor
ni jueguen con el sable
ni tachen de traidor
al que la lleva dentro
pegada al corazón
y no anda por la calle
con ella en procesión
Cuando hablen de la patria
no olviden que es mejor
sentirla a nuestro lado
que ser su salvador
por repetir su nombre
no te armas de razón
aquí cabemos todos
o no cabe ni Dios.

viernes, 20 de febrero de 2009

FUERON TRES LÁGRIMAS

Claudia es una chica venezolana de veintipocos años que reside en España. Es una mulata muy guapa, formada, inteligente, educada y muy al día de cuanto acontece a su alrededor. De manera que responde perfectamente al perfil de extranjera que no debería tener muchos problemas para integrarse en un país que, además, habla su mismo idioma.
Claudia me contó que su abuelo era italiano y su abuela española. Ambos llegaron en barco hasta las costas de Venezuela. Desde él los lanzaron al agua cuando faltaba muy poco por alcanzar la costa. Llegaron a una playa en la que había bañistas y gente tomando el sol. Los ayudaron a salir del agua, les dieron de beber, de comer, los alojaron en sus propias casas... Cuando me contaba esto, una lágrima brotó de los ojos de Claudia. Era de emoción.
Después me contó lo mucho que echaba de menos a su familia, que las circunstancias le impulsaron a ella a construir su futuro lejos de ellos. No precisó cuáles eran tales circunstancias pero debían ser importantes porque pensando en los suyos vi resbalar por su mejilla la segunda lágrima. Era de pena.
Me habló de lo difícil que le había resultado conseguir una autorización para trabajar en nuestro país, de las colas que había tenido que guardar en frías madrugadas ante la oficina de extranjería -muchas veces inútiles porque su puesto en esa cola no le alcanzaba para obtener número en el reparto matinal de turnos-. Me contó cómo les increpaban y lanzaban objetos desde las ventanas de una residencia de la tercera edad cercana a esa oficina porque el murmullo de la muchedumbre no les permitía descansar. Me habló de incomprensiones y de conversaciones que había escuchado en el autobús, en el mercado, en las oficinas del paro... Y entonces corrió por la bonita piel morena de su rostro la tercera lágrima. Era de rabia.

miércoles, 18 de febrero de 2009

EL CUENTO DEL NIÑO DIFERENTE

Había empezado ya el curso escolar cuando llegó Hussain. Se había instalado en la ciudad con su familia, procedente de un lejano país.
Hussain no hablaba el mismo idioma que el resto de niños y apenas sabía leer y escribir. Venía de una zona rural y cualquier cosa que se encontraba en la ciudad le sorprendía y asustaba. Sus compañeros pronto empezaron a burlarse de él: tan mayor (más que ellos) y tan “tonto”, decían. Y no sólo eso sino que le gastaban bromas, le sacaban motes y hasta alguna vez le robaron el bocadillo. El no hacía más que sonrojarse y agachar la cabeza, se sentía solo y acomplejado.
El colegio organizó una excursión a la montaña. Los padres de Hussain decidieron que él también acudiría, pese a su reticencia. Pensaban que podría ser una buena forma de que se integrara en el grupo.
Los excursionistas caminaban por una senda del bosque cuando comenzó a penetrar en él una espesísima niebla, tan espesa que pronto perdieron el camino. Los niños comenzaron a asustarse, el monitor que los guiaba no sabía ciertamente cómo reaccionar. Empezó a nevar copiosamente, hacía frío, soplaba el viento y la noche se venía encima. Cuando el monitor comunicó a sus pupilos que no retomarían el camino hasta la mañana siguiente los niños comenzaron a llorar. Salvo Hussain. Todos se sorprendieron cuando tomó el mando. Pidió al grupo que permaneciera quieto y desapareció entre la niebla. Volvió unos diez minutos después y les pidió que le siguieran. Les llevó a un recoveco en la montaña donde estarían mucho más protegidos del viento, la humedad y el frío. Volvió a marcharse y volvió a aparecer, esta vez cargado como una mula de ramas secas, ¿de dónde las había sacado en un bosque tan húmedo y ahora ya cubierto de nieve? En un abrir y cerrar de ojos preparó una hoguera que dio calor al grupo y volvió a irse. Esta vez volvió con su mochila llena de frutos silvestres que repartió entre sus hambrientos compañeros. Estaban tan sabrosos y era tal el desfallecimiento del grupo que repitió este viaje 3 veces más. Al fin, con los chicos ya saciados buscó un hueco alrededor de la hoguera y los entretuvo con canciones que nadie conocía. Tanto se animaron los demás que pasaron la noche cantando, bailando, contando historias y haciendo juegos.
Al amanecer apenas habían dormido pero estaban contentos. Hussain les guió hasta el albergue en el que debían haber pernoctado. Estaba feliz. De pronto le habían salido muchos amigos y ya nadie le faltaba el respeto.
Un mes después llegó otro niño. Tampoco hablaba el mismo idioma, tampoco sabía leer, también vestía raro, pero todos lo acogieron con cariño.