miércoles, 18 de febrero de 2009

EL CUENTO DEL NIÑO DIFERENTE

Había empezado ya el curso escolar cuando llegó Hussain. Se había instalado en la ciudad con su familia, procedente de un lejano país.
Hussain no hablaba el mismo idioma que el resto de niños y apenas sabía leer y escribir. Venía de una zona rural y cualquier cosa que se encontraba en la ciudad le sorprendía y asustaba. Sus compañeros pronto empezaron a burlarse de él: tan mayor (más que ellos) y tan “tonto”, decían. Y no sólo eso sino que le gastaban bromas, le sacaban motes y hasta alguna vez le robaron el bocadillo. El no hacía más que sonrojarse y agachar la cabeza, se sentía solo y acomplejado.
El colegio organizó una excursión a la montaña. Los padres de Hussain decidieron que él también acudiría, pese a su reticencia. Pensaban que podría ser una buena forma de que se integrara en el grupo.
Los excursionistas caminaban por una senda del bosque cuando comenzó a penetrar en él una espesísima niebla, tan espesa que pronto perdieron el camino. Los niños comenzaron a asustarse, el monitor que los guiaba no sabía ciertamente cómo reaccionar. Empezó a nevar copiosamente, hacía frío, soplaba el viento y la noche se venía encima. Cuando el monitor comunicó a sus pupilos que no retomarían el camino hasta la mañana siguiente los niños comenzaron a llorar. Salvo Hussain. Todos se sorprendieron cuando tomó el mando. Pidió al grupo que permaneciera quieto y desapareció entre la niebla. Volvió unos diez minutos después y les pidió que le siguieran. Les llevó a un recoveco en la montaña donde estarían mucho más protegidos del viento, la humedad y el frío. Volvió a marcharse y volvió a aparecer, esta vez cargado como una mula de ramas secas, ¿de dónde las había sacado en un bosque tan húmedo y ahora ya cubierto de nieve? En un abrir y cerrar de ojos preparó una hoguera que dio calor al grupo y volvió a irse. Esta vez volvió con su mochila llena de frutos silvestres que repartió entre sus hambrientos compañeros. Estaban tan sabrosos y era tal el desfallecimiento del grupo que repitió este viaje 3 veces más. Al fin, con los chicos ya saciados buscó un hueco alrededor de la hoguera y los entretuvo con canciones que nadie conocía. Tanto se animaron los demás que pasaron la noche cantando, bailando, contando historias y haciendo juegos.
Al amanecer apenas habían dormido pero estaban contentos. Hussain les guió hasta el albergue en el que debían haber pernoctado. Estaba feliz. De pronto le habían salido muchos amigos y ya nadie le faltaba el respeto.
Un mes después llegó otro niño. Tampoco hablaba el mismo idioma, tampoco sabía leer, también vestía raro, pero todos lo acogieron con cariño.

2 comentarios:

  1. Lección de humildad.
    Muy buena historia.

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  2. El cuento es bonito y se aplica a cualquier prejuicio (racial, social...,). Me ha gustado mucho, sobre todo el párrafo final, en el que ya no es necesario demostrar nada ni tener ninguna cualidad especial para ser aceptado, sólo ser y estar. No obstante, para llegar a eso por desgracia hacen falta héroes, precursores, o personas que inventen cuentos y abran los ojos a los demás (empezando por los niños). Gracias Julio. Me encanta que seas y estés

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