domingo, 19 de abril de 2009

MANOLO Y EL PEZ GORDO

Manolo había sido miembro de la Guardia de Asalto, un cuerpo de seguridad del Estado creado en tiempos de la II República. Al finalizar la Guerra Civil sólo unos pocos de los integrantes de la Guardia de Asalto superaron los expedientes de depuración y continuaron en el nuevo cuerpo de policía del Régimen de Franco (la Guardia de Asalto se había mantenido fiel a la República). De los restantes, unos se buscaron la vida haciendo o intentando hacer otras cosas y otros, los peor parados, los que tuvieron mayor implicación con el gobierno de la República, pasaron a engrosar las listas de represaliados por el franquismo.

Manolo no fue de los que peor suerte corrió, y encontró trabajo de acomodador en la plaza de toros de Valencia. Pero como muchos otros, vivía con el miedo en el cuerpo de que cualquier día llamaran a su puerta y se lo llevaran preso porque, aun no habiendo tenido una actividad política pública, la gente de su alrededor sabía perfectamente que era un hombre de izquierdas.

Manolo estaba ocupando el lugar en las gradas que le correspondía en un día de corrida, y que era cerca, muy cerca del palco de autoridades, cuando percibió que alguien desde ese palco le miraba con insistencia. Manolo comenzó a sudar de nerviosismo y a imaginarse la peor de las situaciones “este pez gordo se me lleva por delante”. Su corazón cambió de ritmo cuando el pez gordo lo hizo llamar y ante él tuvo que acudir, pese a que sus piernas no querían caminar.

- ¿No sabe quién soy yo?
- No, no lo sé
- ¿No se acuerda de mí?
- No, la verdad es que no.

El pez gordo le contó que, años atrás, lo llevaron preso a la comisaría en la que había prestado servicios Manolo. Y allí le estaban sometiendo a algo más que un amable interrogatorio cuando entró él -el en ese momento acomodador- hecho una fiera –porque tenía muy mal genio- y gritando que mientras él estuviera en esa comisaría allí no se iba a maltratar a nadie, fuera quien fuera.

Manolo asentía, dando por ciertos los hechos que relataba el pez gordo y temiendo todavía por la resolución de esta conversación. Se quedó más tranquilo cuando el pez gordo le dijo, extendiéndole una tarjeta de visita:

- Quiero que sepa que estoy muy agradecido por lo que usted hizo por mí aquel día. Si alguna vez necesita algo, sea lo que sea ¿eh? lo que sea, sólo tiene que venir a verme.
Y le estrechó la mano con fuerza.

Cuando Manolo se despidió de este hombre, con el pulso ya recuperado y el color ocupándose de volver a extenderse por su piel, leyó en la tarjeta recibida que había estado hablando con don Adolfo Rincón de Arellano -el, en ese momento, Presidente de la Diputación Provincial de Valencia y que, posteriormente, entre 1958 y 1969, se convertiría en alcalde de Valencia-.

Manolo no lo pasó muy bien todos esos años. La crisis en aquel entonces era la situación habitual del país y él vivía con su mujer y su única hija realquilado en casa de unos amigos. Y es por eso que alguna vez su mujer le propuso que acudiera a aquel hombre. Su respuesta fue siempre un rotundo no.

En los últimos años de vida de Manolo, nuevamente su mujer y muchos allegados le volvieron a insistir. Esta vez el motivo era distinto. Adolfo Rincón de Arellano compatibilizaba su carrera política con su actividad como cardiólogo, siendo uno de los especialistas de mayor prestigio en España. Y a Manolo, el tabaco le había respetado los pulmones pero le había minado el corazón.

Hubiera sido un final feliz contar que el pez gordo acabó salvando el corazón de Manolo pero no fue así porque ni siquiera le dejó intentarlo. Manolo siguió diciendo que no y murió en 1959. ¿Dignidad? ¿Orgullo? ¿Las dos cosas? Sólo sé que mi abuelo Manolo Martínez, al que nunca conocí, me demostró que hay que tener principios aunque no les saquemos partido, y respetar a todo el mundo sin esperar nada a cambio.
Estoy seguro de que Adolfo Rincón de Arellano, al que veis en la foto, también fue un gran hombre. Y hasta creo que fue un buen alcalde. Murió hace 3 años, a la edad de 96.


5 comentarios:

  1. Que narración mas detallada has hecho de los sentimientos y sufrimientos vividos aquellos años.
    Fueron tiempos muy duros y como tu abuelo el miedo a ser detenido o acusado de algo tenía que ser horrible. Yo he oído similitud de casos y me enoja mucho esas situaciones. Manolo tu abuelo ya era integro desde siempre.Ya lo demostró el día que no dejo que se utilizara la violencia en su comisaria.
    El caso de rechazar, mas bien no pedir una ayuda que seguramente hubiera sido aceptada.
    Dignidad orgullo,eso ciertamente no se se sabe.
    Son palabras con significado distinto pero van muy parejas. Una persona que no quiso pedir nada y siguió adelante por su familia sin pedir ayuda y el seguro que así era feliz. Para mi mas bien es emplear las palabras tener principios. Nunca hay que esperar nada a cambio las cosas se hacen por principios y con corazón.
    Eso dice mi padre.
    Es una lección que os ha dejado en herencia muy constructiva.
    Este ejemplo de la vida de Manolo puede ayudar mucho contarla para demostrar lo son ciertas cosas, como por ejemplo en la educación de los hijos. Hay que enseñarles muchas cosas, pero ante todo unos principios y unos valores. Un ejemplo muy bueno la vida de tu abuelo.
    SALUDOS JULIO.

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  2. Muy bonita historia, de las que llegan al corazón tanto por lo vivido como por la forma de narrarlo. Fíjate que conforme lo leía estaba viendo una gran película, de esas que te las llevas a casa durante un tiempo y te encariñas con los personajes. El guión es fantástico. Eno que en esa época los principios y las ideas cobraron mucha intensidad, hasta el punto de morir por ellas y separarse muchas familias. Existen principios más genéricos como son una ideologia concreta, y están los principios humanos, en los que un ser humano se sitúa frente a otro y surge la misericordia, la piedad, la humanidad hacia él. Creo que en Manolo Miralles cuando se encontró a Adolfo en una situación en la que era maltratado, brotaron los principios humanos más esenciales, más allá de toda ideología. Años más tarde, cuando lo volvió a encontrar, tal vez por miedo, por cúmulo de otras vivencias, por principios o por orgullo, en esa ocasión brotaron los principios ideológicos. Tal vez Manolo era un hombre tan íntegro que pensó que si aceptaba la ayuda, estaba pasando factura. En cualquier caso sus razones se las ha llevado consigo. Un gran hombre. Y en cuanto a Adolfo, el agradecimiento y el reconocimiento que tuvo apuntan tambien a que era una gran persona. Precioso, Julio. A ver si entras en un blog de algún cineasta y le vendes la historia, porque es de las que llegan.

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  3. Para variar, como me suele pasar, me he equivocado y donde dije Manolo Miralles debí decir Manolo Martinez. No sé en qué estaba pensando. En fin....

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  4. Un gran historia que viene a confirmar que efectivamente no hay que hacer mal a nadie ni aun pudiendo por muy mala persona que sea o por muy en desacuerdo con el.
    Lo de no ir al medico no se hasta que punto fue buena idea.....Pero si fue por conviccion lo respeto.

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  5. Orgullo, no creo. Ese hombre, su abuelo, nunca se olvido de sus principios, murio con dignidad, y eso es algo bueno que hoy en dia se esta perdiendo o ya se ha perdido.

    Fantastica historia, un saludo.

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